¿Por qué es tan importante hablar de logística? Porque es en el km 0 donde todo comienza. Si tenemos en cuenta que el furor del e-commerce que desató la pandemia ha incrementado la necesidad de movilidad en un 50%, entendemos que la poca distancia entre el lugar de producción y el consumidor final es fundamental para reducir la contaminación que provoca el transporte. Si bien una buena distribución determina el éxito o el fracaso de una tienda digital, la comodidad no es lo único que importa. Las emisiones también. Entonces, ¿cómo integramos los nuevos hábitos de consumo y la sostenibilidad en un espacio que genere un impacto positivo?
Este fue uno de los temas de debate en BNEW 2021, la segunda edición de Barcelona New Economy Week donde quedó claro que hay muchos factores a considerar para que las compras digitales sean responsables, desde el origen del producto y del embalaje al tipo de transporte y lugar de entrega.
Además, en este desafío todos los actores debemos trabajar juntos para repartir responsabilidades: administración pública, tiendas digitales, empresas de logística y consumidor.
“No se trata de culpabilizar al cliente, sino de empoderarlo, hacerlo parte del cambio con sus decisiones de compra. Lo estamos habituando a algo que tal vez no necesita”, expresa May López Díaz, Development Director de Empresas Por La Movilidad Sostenible. Por ello, la educación del e-consumidor es prioritaria: “Nuestro trabajo es informar y concienciar a la población de que todo envío tiene un costo asociado en contraposición al medioambiente”, sostiene Marta Galán Medina desde la Unió De Consumidors De Catalunya. La coordinadora especifica: “El 51% de la población está comprando a través de Internet. Al mismo tiempo, están más concienciados en modificar su hábitos de consumo. La agenda 2030 tiene el objetivo de hacer un consumo cada vez más responsable, tanto por parte de los clientes como de las empresas a través de la responsabilidad social corporativa”.
Comodidad vs. Emisiones
Hay que tener en cuenta que el 73% de la población compra a través de Internet en empresas que tienen tienda física. El plazo máximo que un cliente esperaría un producto son 5 días, y está dispuesto a pagar más por recibir antes el producto. Esto nos lleva a preguntarnos si es sostenible comprar online, sobre todo si consideramos que las devoluciones en algunos casos presentan un incremento del 50%.
El consumidor se está habituando a una práctica que el e-commerce le está sirviendo en bandeja, aunque tenga consecuencias negativas en lo ambiental, social y urbano. Desde la Universitat Oberta de Catalunya, Cristian Castillo Gutiérrez explica: “La pandemia disparó el consumo electrónico y eso tuvo una afectación que en Barcelona corresponde a un 20% más de distribución urbana de mercancías. Evidentemente esto tiene un impacto en la sostenibilidad de la ciudad. Si que es cierto que a raíz de los confinamientos, la reducción de la movilidad de la ciudadanía ha compensado, ya que conseguimos disminuir como nunca antes los niveles de contaminación del aire. Para entender la magnitud, el dióxido de nitrógeno lo redujimos en un 43%, mientras que las partículas en suspensión de PM10, en torno al 21%. Algo que era inimaginable, y esa una de las primeras lecciones que hemos aprendido: la COVID-19 nos ha demostrado el impacto positivo que tiene la reducción del tráfico rodado”.
Los números confirman el crecimiento exponencial del comercio electrónico: un informe de la Generalitat advierte que en Cataluña se realizan 4.9 entregas a domicilio cada segundo. “Es una barbaridad. Hay estudios que comprueban que el 30% de dióxido de nitrógeno se puede reducir con la utilización de la bicicleta convencional o la eléctrica, que están en este camino de una distribución más sostenible. Agentes logísticos y de administración también deben trabajar unidos para que directamente el consumidor no tenga la opción de entrega no sostenible. Si le damos esa facilidad, terminarán acogiéndose al envío más barato o más rápido”, profundiza Cristian. May coincide: “Las furgonetas aumentan su circulación cada vez más y es allí donde tenemos que accionar. Tenemos la oportunidad de minimizar ese impacto que también afecta el aire que todos respiramos. En Europa se dan 400.000 muertes prematuras por la mala calidad del aire. El consumidor debe diferenciar entre el efecto rider y la ciclo-logística: empresas de distribución que cuidan a los empleados y reparten sin emisiones, generando empleo local.” Esta es una herramienta clave para los 148 municipios que van a tener que establecer zonas de bajas emisiones. Estamos viviendo una dicotomía: el comercio electrónico crece en ciudades con la circulación cada vez más restringida. Pensemos en Ciutat Vella.
La entrega de la última milla
Desde el punto de vista de la empresa, ¿cómo se están adaptando las organizaciones?
Para grandes distancias y una flota de 3500 kilos aún no tenemos sustituto con energías limpias. Desarrollar alternativas de movilidad para la última milla es el futuro. “Si bien el número de operaciones es mayor, las empresas de transporte han evolucionado muy poco en su formato, también porque no tienen mucho más margen para hacerlo. La entrega a domicilio es la peor de las opciones a nivel operacional y económico, y obviamente a nivel de sostenibilidad.
¿Tenemos alternativas? No tantas, sobre todo si tenemos en cuenta cómo hemos acostumbrado al consumidor. Todos los actores somos conscientes de la situación, para resumirlo en un Tweet: ¿quién le pone el cascabel al gato?”, manifiesta Carlos Zubialde. Para el consultor estratégico de informacionlogistica.com, el consumidor debería poder elegir entre distintos tipos de entrega y empresas de logística, diferentes medios de transporte y franjas horarias para recibir el paquete. Aumentar la capacidad de carga de los vehículos es otro punto importante: hay que cargarlos al 100%, no al 25% como hacen muchos.
Para que todo el compromiso no quede en el consumidor, las empresas de logística tendrían que reducir su entrega inmediata y gratuita. Informar sobre la huella de carbono que tiene el pedido que estamos realizando, así cuando vamos a hacer ese click conocemos su impacto. Potenciar puntos de entrega en espacios públicos, con lockers por ejemplo, hasta la frutería de barrio puede ser otra alternativa. Para que el consumidor se desacostumbre del puerta a puerta y salga un momento, andando, a la tienda que le queda a 10 minutos a recoger el pedido. En un punto de conveniencia, se ahorra un 20% en las emisiones de última milla. Carlos prefiere hablar incluso del concepto última yarda, que puede resolverse con compañías especializadas en la última distribución que actúan desde micro-hubs cercanos, y reparten con andarines, en políticas inclusivas de trabajo social, como ya lo vemos en Sevilla y Valencia.
El envase también cuenta
“Nosotros nos relacionamos con el consumidor a través de un sello que indica los embalajes que provienen de una gestión forestal sostenible, que están trazados desde el origen a las manos del cliente, pasando por todas las empresas que transforman ese producto. Creamos un código que es fácil de comprender para el consumidor y de manejar para las empresas”, cuenta Ana Belén Noriega Bravo. Desde PEFC España, expone: “También debemos garantizar la gestión de ese embalaje como residuo. Los necesitamos como nuevos materiales para meterlos en la bio-economía circular. Queda en manos del consumidor final lo que antes gestionaba la tienda, que venía haciendo esa tarea. El consumidor es un buen reciclador, por encima del 70%”.
La Covid nos ha encerrado en casa y hemos pedido más cosas: hemos tenido que diversificar el embalaje para acercar los productos al consumidor. Un cambio positivo es el reemplazo de envases de plástico por papel y cartón para la reducción de CO2. “El aumento de esta demanda nos exige una buena gestión de los bosques para darnos esa materia prima. No solo es el incremento del e-commerce, también del take away y la comida a domicilio, que ración a ración influyen en el consumo de materiales procedentes de los bosques que deben ser consumidos de forma responsable”, enuncia Ana Belén.
A todo esto, la mayoría de los productos vienen de otros países con una huella altísima. Lo primero que necesitamos es un consumidor bien informado, que privilegie productos made in España y que pueda discriminar los modelos de negocio sostenibles, teniendo en claro que la sostenibilidad no es solo ambiental. Más que circular, la entrega debe ser esférica: tenemos que considerar todos nuestros impactos.
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