-¿Cree que, tras el shock que ha supuesto la pandemia, cambiará nuestro modelo económico? Me refiero, por ejemplo, a aspectos como la falta de una industria propia en muchos países europeos o a las políticas de austeridad en el gasto público.
-No lo creo. Nuestra economía es muy resistente al cambio. No cambió tras la crisis del 2008 y no creo que vaya a hacerlo ahora, aunque debería cambiar radicalmente. Hay muchos aspectos de nuestra economía, propugnados por los economistas convencionales, sobre los que deberíamos reflexionar.
Una de ellas son lo largas que son las cadenas de suministro, generadas por lo que la economía convencional llama “libre comercio” y “ventaja comparativa”. Pero el mundo real no tiene nada que ver con sus teorías. Lo que realmente pasa es que, si miras tu teléfono móvil, verás que tiene componentes fabricados en cincuenta países diferentes. Es algo ridículo.
Este sistema se centra en conseguir una economía muy eficiente y globalizada, pero también muy frágil. Eso se ha visto con la pandemia. Nuestra economía es muy efectiva, pero muy poco robusta. Las cadenas de suministro se rompen en cuanto nos enfrentamos a alguna dificultad. Deberíamos tener una economía más resistente, pero no me imagino a los economistas ortodoxos, que lo centran todo en la eficiencia, girando en ese sentido.
-Asegura que ningún país se había recuperado del todo de la crisis del 2008 cuando llegó la pandemia, ¿cree que ese lastre de la anterior crisis condicionará ahora nuestra recuperación?
-Casi ningún país consiguió superar la crisis financiera con éxito. Hay economías que siguen siendo fuertes porque continúan acumulando deuda privada a través del crédito, alimentando burbujas, y eso les da poder de consumo y que parezca que la economía va bien. Pero en realidad están construyendo una economía muy frágil que puede devolvernos a un escenario como el de 2008.
Durante la pandemia ha habido sobre todo un país que lo hizo muy bien, y es Nueva Zelanda. Hubo un flujo directo de dinero desde el gobierno para que la gente no se fuese a la ruina durante la cuarentena. Y hubo un acuerdo nacional sobre esa política. Un gobierno tiene que estar dispuesto a utilizar su capacidad de crear divisas para permitir a la gente salir adelante cuando la economía de mercado no se lo permite.
-Dice en el libro que la burbuja de deuda y de crédito en China ha alcanzado un nivel “insostenible” y que, tarde o temprano, tendrá que estallar. ¿Qué repercusiones tendría un colapso financiero en China para el resto del mundo?
-No será el gobierno chino el que colapse, sino la deuda privada del país, que está creciendo de forma dramática. Ahora mismo está en el 225% del PIB, y eso es muchísimo. Pero China es un país cuyos bancos privados están controlados por el gobierno, que los rescataría para que no entrasen en bancarrota. Es posible que haya una crisis en China, pero creo que la resolverían rápido. Y eso se debe a que el gobierno es fuerte y está dispuesto a dar créditos y a crear dinero para redirigir la economía.
-Y el resto de gobierno, ¿han perdido el control sobre la economía?
-Sí, y es un gran problema. Tener un sistema financiero sin controlar, en el que se deje a los bancos hacer lo que quieran, genera burbujas y especulación hasta llegar a un crash final. Creo que existe un complejo político-financiero que afianza el poder de este sector en la economía. Las leyes se aprueban pensando en el sector financiero, y eso crea una economía disfuncional que crea burbujas. Y, luego, el gobierno tiene que gastar su dinero en rescatar esas burbujas en vez de en rescatar a la gente.
-¿Cuáles son los indicios que nos pueden indicar que estamos a las puertas de una nueva crisis financiera?
-El nivel de velocidad al que aumenta la deuda privada. En 2007, al observar estos datos, pude ver lo que se aproximaba. Creo que habrá una recesión tras el covid, pero nada como la crisis de 2008.
-¿En qué consiste esa idea de un “jubileo de la deuda” que propone al final del libro?
-La idea principal es que nos equivocamos si creemos que el dinero a crédito es capaz de crear estabilidad por sí solo. Un capitalismo saludable tiene dinero creado por el Estado y creado por los bancos. Los economistas neoclásicos tienen una obsesión con la creación de dinero privado e intentan suprimir la creación de dinero por parte del gobierno. Debemos corregir ese error.
El dinero del gobierno puede reponer ese dinero del crédito. Todo el mundo recibiría la misma cantidad de dinero creado por el gobierno. Quienes tienen deudas, podrán pagarlas; y quienes no tienen deudas reciben una inyección que contribuye a no crear una burbuja de crédito. Sería una medida muy efectiva para equilibrar la economía y reducir la deuda. Y también para crear riqueza, porque la gente consume más si tiene menos de qué preocuparse.
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