“Como ya no lo uso, lo pongo en Wallapop”. Esta frase se ha repetido tantas veces en los últimos años en España que se ha vuelto un genérico de la compraventa de segunda mano.
Wallapop es una plataforma con 10 millones de usuarios activos al mes que venden artículos que les sobran y compran otros a precios más reducidos. Es la historia de éxito de una start up que nació en un piso compartido de Barcelona y que planta cara a gigantes globales como eBay. Lo hace a través de dos elementos diferenciadores: la geolocalización y un chat que conectan a usuarios cercanos.
Gerard Olivé, Agustín Gómez y Miguel Vicente definieron a su criatura como “un gran mercadillo digital”. Wallapop fue una vuelta enorme de tuerca al desfasado concepto de anuncios de segunda mano. Puso en manos de cualquier persona la capacidad de comprar un mueble usado a otro vecino sin salir del barrio. O de vender la ropa que se acumula en el armario a una persona que vive en tu mismo distrito. Una red comercial que creció sin cobrar ningún tipo de comisión. Su objetivo, como el de tantas otras start up, fue crear lo antes posible una enorme comunidad de usuarios que después explotaría con diferentes vías.
La idea de Wallapop no era nueva pero su ejecución sí fue disruptiva. Hasta el punto de superar en apenas unos meses a competidores más consolidados como Segundamano.es, ahora llamado Vibbo. Al carácter local le unieron una mejorada experiencia de usuario que hasta entonces no existía. De pronto, vender y adquirir artículos usados estaba de moda. Era un buen método para sacar un dinero extra o comprar barato en un país que empezaba a asomar la cabeza tras la crisis de 2008 pero donde la tendencia ‘low cost’ había llegado para quedarse.
Wallapop es fácil de usar. De eso se preocuparon sus creadores, que utilizaron a sus madres como betatesters. Y así lo evidencian el millón de recensiones que los usuarios han dejado en la Google Play Store, donde la aplicación tiene un 4,7 sobre 5 de valoración. Es mucho más difícil de saber cuánto ha recaudado la start up en las sucesivas rondas de financiación. Se ha llegado a decir que es uno de los secretos empresariales mejor guardados de Barcelona. Todo comenzó con una aportación conjunta de 100.000 euros que pusieron los fundadores. Después, se amplió con 1,4 millones de inversiones locales. A los seis meses, Wallapop estaba en Francia y Reino Unido.
Llegó la financiación internacional, con actores tan importantes como Accel Partners, fondo que apoyó Facebook; Insight, fondo que participó en Twitter; NEA, el fondo que colaboró con Snapchat... Todo esto mientras las transacciones a través de la app no paraban de crecer. Así llegó el asalto al competido y duro mercado norteamericano en lo que ha sido la operación más difícil de Wallapop, hecho reconocido por los propios Gerard Olivé, Agustín Gómez y Miguel Vicente. La start up barcelonesa asomó la cabeza entre colosos como eBay o Craigslist, a los que batió, como a sus competidores españoles, con una fuerte digitalización y procesos ágiles. Para alcanzar una rápida estructura, Wallapop se fusionó con LetGo, otro adversario pero con el que compartía estrategia.
Wallapop, protagonista de la tercera revolución de la compraventa
Hoy Wallapop rivaliza con otras opciones como el marketplace de Facebook, donde los usuarios de esa red compran y venden artículos de segunda mano. Como todas las start up sigue lidiando con el objetivo de alcanzar la rentabilidad sin traicionar un modelo de negocio en el que no hay comisiones. En 2019, ejercicio pre-covid, y por tanto referencia real, Wallapop perdió 6,3 millones de euros frente a los 134 de beneficio neto que había logrado un año antes. El resultado estuvo afectado por la venta de su participación en LetGo. En 2018 Rob Cassedy se convirtió en CEO de la compañía en sustitución de Agustín Gómez, que pasó a ocupar el cargo de presidente. Cassedy fue director general de eBay Alemania durante dos años.
La pandemia ha afectado lógicamente al número de transacciones. Pero ha reforzado una de las vías rentables de Wallapop como es su servicio Envíos, con el que se encarga de los repartos de las compras. Integra pagos y servicios en el proceso de venta. Los usuarios sólo tienen que preocuparse de llegar a un acuerdo entre ellos. En noviembre del año pasado, la plataforma firmó un acuerdo con la empresa de logística Seur. Así, las personas que reciben una oferta para completar una venta a través de la app pueden solicitar que la compañía de reparto recoja el producto en su hogar y complete el envío siguiendo los protocolos de seguridad. Desde enero de 2020, las transacciones realizadas con Wallapop Envíos se han duplicado.
Wallapop calcula que ha alargado la vida de más de 65 millones de productos al año. Pero la relación de los usuarios de la app ha ido en algunos casos más allá de la simple compraventa. Se han trabado amistades y hasta relaciones amorosas. Un uso múltiple que la start up vendió desde su primera gran campaña publicitaria, lanzada en 2014 en Atresmedia. Ambas compañías firmaron un acuerdo media for equity. A cambio de un porcentaje de las acciones de Wallapop, la firma consiguió espacios publicitarios por valor de 1,3 millones de euros. El anuncio fue un éxito rotundo y el “walla” se convirtió en una pegadiza interjección.
Wallapop protagoniza la tercera revolución de la compraventa de segunda mano. La primera fue pasar los anuncios en papel a la web. La segunda fue avanzar del ordenador al móvil. La más reciente consiste en hacer accesible la segunda mano y competir con el comercio de primera mano. Mientras, no paran de crecer los usuarios y los tipos de productos que se anuncian en Wallapop, donde encontrarás de todo. Si uno entra hoy en la app encontrará un módulo de productos destacados -otro servicio de pago- con, por ejemplo, un Volkswagen Golf por 11.500 euros. El motor es una de las grandes unidades de negocio de Wallapop, convertida también en un concesionario digital y un centro de recambios. Pero es también una librería en la que hay una obra ilustrada de Miguel Ángel por 35 euros; un escaparate de servicios en el que se puede pedir sesión para un tatuaje; una tienda de ropa infantil en la que comprar un abrigo de bebé por 15 euros; o un establecimiento de informática con un Redmi Note 8 a 180 euros. Mútiples caras de un mismo modelo basado en un lema simple pero certero: “Vende y compra cerca de ti”, que empezó a gestarse hace siete años en un piso compartido de Barcelona, emulando a los garajes que proyectaron sueños en Sillicon Valley.
Wallapop, la app de compraventa de segunda mano nacida en Barcelona (compite con eBay)
(Por Denis Iglesias) Esta plataforma, “un gran mercadillo digital”, fue fundada en 2013 en la Ciudad Condal. Tiene 10 millones de usuarios activos al mes y opera en varios países. Sus factores clave: la geolocalización y un chat que conectan a compradores y vendedores cercanos.
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