La película de Adam McKay No mires arriba estrenada recientemente en Netflix esconde, aunque en ‘modo parodia’, un trasfondo pavoroso y una crítica mordaz, satírica y poliédrica del mundo actual.
En esta obra están implicados científicos, políticos, medios de comunicación, las redes sociales y la sociedad en general. Por ello, permite identificar algunos temas, diálogos, desenlaces y comportamientos muy relacionados con la actividad investigadora.
Y lo que es más: el trasfondo revela una desafortunada realidad. Como ha indicado el bien conocido astrofísico y divulgador Neil deGrasse Tyson, se trata casi “de un documental, más que de una comedia”.
En la película, Kate Dibiasky, una astrónoma interpretada por la actriz Jennifer Lawrence, descubre que un cometa desconocido hasta el momento se aproxima a la Tierra. Al comentárselo a su profesor, el Dr. Randall Mindi, interpretado por Leonardo DiCaprio, este realiza una serie de cálculos sobre su trayectoria.
Los datos indican inequívocamente que el cometa impactará contra nuestro planeta en aproximadamente seis meses. Y, además, que se trata de un objeto lo suficientemente grande como para causar un evento de extinción masiva.
Por todos los medios habidos y por haber, los dos científicos intentar avisar a la NASA, instituciones y a la sociedad en general del inminente peligro que ello supone.
Pero a nadie parece importarle la gravedad de la situación. Siguen preocupados por sus rutinas, nimiedades, hábitos ridículos e incluso fatuos, repletos de insensatez y escepticismo anticientífico. La sociedad permanece ajena a todo lo que va a suceder, como si se tratara de una noticia alarmista e irrelevante más que se deja pasar inconscientemente.
El impacto de un gran objeto cósmico contra la Tierra, un riesgo bajo pero real
¿Por qué digo que la película me impactó (nunca mejor dicho) y que en este artículo podría aportar algunos aspectos de tipo personal y profesional? Pues porque una de mis especialidades es el estudio de los meteoritos y sus impactos.
Mi campo de estudio me ha llevado a ir más allá de lo que es la ciencia en sí misma. He podido colaborar con instituciones del máximo nivel acerca de este riesgo natural astrofísico y astrogeológico que, sin duda, es real. Aunque la probabilidad de que ocurra es muy baja, puede constituir un serio peligro para nuestra habitabilidad y nuestro futuro.
En 2010, tras impartir una conferencia sobre este tema en el Ilustre Colegio Oficial de Geólogos (ICOG), un experto en Seguridad de la antigua Comisión de Seguimiento de Situaciones de Crisis de Presidencia de Gobierno (actual Departamento de Seguridad Nacional) me contactó para realizar un informe técnico de alto nivel.
Dicho informe versaba acerca de los posibles escenarios de impacto, en caso de que en España tuviéramos que enfrentarnos a esta catástrofe. El documento cubría muchos de los aspectos que se abordan en la película. De hecho, cuando la vi, los datos, cifras y comentarios me recordaron, en buena parte, a la experiencia personal y profesional vivida 12 años atrás.
Utilizando un software especial, el informe contemplaba más de 20 simulaciones de posibles escenarios de impacto. Incluía impactores de distintas dimensiones y composición (roca, metal e incluso hielo) colisionando con sustratos rocosos o acuosos (mares y océanos) a distintas velocidades y con distinto ángulo. Se evaluaba también la sismicidad asociada y la distancia alcanzada por los materiales eyectados.
Sin embargo, de acuerdo con el tipo de objetos e impactos más probables, se preveía un diámetro máximo del objeto impactor de 300 metros, lejos de los cinco a diez kilómetros del cometa Dibiasky de No mires arriba.
La estupidez humana como agente de la sexta extinción masiva
En definitiva, aparte de lo ya indicado, lo que se podría decir de la película está relacionado con nuestra equiparación como potencial sexto agente de extinción masiva, aunque de una manera tal vez diferente a lo que pensamos.
Hace tres años me invitaron a hablar sobre la sexta extinción en el evento Homo Curiosus organizado por Muy Interesante y el canal Odisea. En mi conferencia, explicaba la existencia de cinco grandes extinciones masivas registradas en la historia geológica de nuestro planeta.
Estas extinciones fueron debidas a eventos geológicos y cósmicos. No obstante, en la actualidad el ser humano se está comportando como un sexto agente de extinción, contaminando ríos, suelos, acuíferos, mares, océanos, la atmósfera, deforestando los bosques, esquilmando las especies e influyendo muy negativamente en nuestro propio futuro.
En No mires arriba el tamaño del cometa conllevaría, de acuerdo con los datos reales, una colisión a escala planetaria que no destruiría la Tierra, pero sí –con toda probabilidad— la mayor parte de la vida.
Sería sin duda una sexta extinción en toda regla, similar a la que ya ocurrió en el límite Pérmico-Triásico (aproximadamente hace 250 millones de años) y que acabó con prácticamente el 95 % de las especies marinas y el 70 % de las especies de vertebrados terrestres. Hasta el momento, ha sido la mayor extinción conocida en nuestro planeta.
Pero la película nos aporta un argumento más, como ingrediente pernicioso de extinción: nuestra propia estupidez y estulticia como sociedad. Esta actitud comporta que, pudiendo resolver los serios problemas que nos acucian (reflejados ficticiamente en la llegada del cometa), nos hace minimizarlos e incluso despreciarlos.
Confiemos en que, si esto ocurre en el futuro, podamos ser capaces de responder adecuadamente.
Jesus Martinez-Frias, Investigador Científico. Jefe de Grupo de Investigación y Laboratorio. Experto en Meteoritos, Geología Planetaria y Astrobiología, Instituto de Geociencias (IGEO - CSIC - UCM)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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