El mundo del periodismo, no pasa por su mejor momento. Los años en que el público se informaba solamente a través del papel o de los noticiarios televisivos han quedado en el pasado, las tiradas de los diarios se han reducido y los lectores/espectadores se han marchado para consumir su dosis por otras vías, aunque todavía hay “una gran parte de la población que aún quiere escuchar la radio en directo y ver las noticias en la televisión”, en opinión de David Pérez de la popular web noescinetodoloquereluce.com. Y ahí está parte del reto, en la capacidad de cada medio para coger ese tren, o quedarse a ver cómo se va. “Se debe llegar de alguna forma a ese público joven que consume todo en el instante con el móvil, sin franjas horarias, algo que gracias a los podcasts, blogs y las plataformas bajo demanda se está logrando”, analiza.
Eso en el mejor de los casos, ya que en otros tantos se han cerrado redacciones (como la histórica de Fotogramas en Barcelona), publicaciones de todo tipo han desaparecido de los quioscos (de los pocos que quedan), y programas variados se han despedido para siempre. Otros han sufrido mejor suerte y han logrado reconvertirse, han dado el salto con mayor o menor éxito al mundo online, una transformación muy necesaria pero que lleva años en curso y en muchos casos no termina de dar los réditos necesarios.
El modelo económico que lo sostenía hace tiempo que quebró. Hoy en día un gran número de cabeceras no pagan a sus colaboradores y estos trabajan por sus propios deseos e intereses, otras pagan poco y parece que la figura del periodista de raza y oficio está en vías de extinción. O al menos lo está si pretende comer de ello y quiere tener un techo en el que resguardarse. ¿Sobrevivirá el periodismo como profesión?, esa es la pregunta. “Sin estabilidad económica y laboral, serán solo unos pocos elegidos los que sigan ganándose la vida con esto”, responde David Cervelló, locutor de Onda Cero.
Existen varios problemas a tener en cuenta. El primero es que el periodismo lleva más de una década, casi dos, en una grave crisis de credibilidad por parte de aquellos que deberían ser sus lectores de confianza. A esto se suma las flaquezas de un sector que primero vio con recelos el mundo online, posteriormente lo atacó y cuando quiso desembarcar ya había otros barcos ocupando su plaza. Sin olvidar que, además, y no conviene olvidarlo, el maltrato que han sufrido en sus carnes quienes practicaban este oficio por parte de sus empleadores con esa idea errada de que se debía saber y hacer de todo y en todo momento, en ocasiones en condiciones draconianas.
Otro punto que está sobre la mesa es sobre los contenidos a tratar y las informaciones que ofrecer al ciudadano, algo que parece muy evidente y sencillo hasta que se piensa en ello. Mientras los periódicos realizan artículos sobre el enésimo encontronazo entre el gobierno nacional y el autonómico de Cataluña, una web lanza en sus redes sociales su último “10 famosos que antes…” y el ganador de la competición suele ser este último.
Según comenta Jorge Francés, columnista de ABC: “creo que la adaptación que están realizando las empresas y los medios para acercarse a los nuevos canales de comunicación como las redes sociales todavía no cuaja. Sigue existiendo un abismo entre gran parte de lo que el periodismo considera noticia e interesante de lo que la gente de la calle considera noticia e interesante. Esa desconexión y falta de entendimiento pone en serio peligro la profesión, porque la gente abandona los medios periodísticos al ver que dedican demasiado tiempo a cosas que no interesan”.
La mezcla de estos hechos, y otros tantos, ya que la madeja es realmente enorme, han provocado que haya una grave crisis: una crisis de modelo, una crisis de referentes, una crisis de credibilidad… Y por otro lado, aunque resulte irónico, se está en el momento de la Historia que más información existe. Es más, bien puede decirse que se vive en una sociedad sobreinformada en la que algo es noticia tan solo un día (o unas horas, e incluso menos).
La sobreinformación es un problema de primer orden, ya que de la mano de la misma aparecen las informaciones erróneas e interesadas. O, mucho peor, las desinformaciones lanzadas por vaya a saber quién para sus propios fines, que pueden ser simplemente ociosos o mucho más oscuros; y en contra de lo que muchos piensan, no es tan fácil ver la diferencia o cazar al momento el bulo de turno. O, en palabras del inmortal Terry Pratchet: “Una mentira puede dar la vuelta al mundo antes de que la verdad tenga tiempo a ponerse las botas”.
El diputado Julio del Valle considera que “con internet no hay un monopolio en los canales de distribución de las noticias. El reverso es la proliferación de noticias falsas, algo hasta ahora infrecuente en los medios tradicionales. Hay un exceso de instantaneidad que antes en la prensa escrita no existía y la noticia periodística ha entrado a ser un objeto de consumo con titulares muy llamativos que a veces no concuerdan incluso con el cuerpo de la noticia”.
Precisamente esa instantaneidad es la que intentan seguir muchas cabeceras en un intento de trasladar lo fugaz y vacuo de las redes a sus perfiles. Según opina Joel Mercé de El Periódico: “El periodismo debe huir de la tentación de hacer un crónica al minuto de lo que sucede en redes sociales (…) Debe aportar una visión más amplia de lo que sucede, que vaya más allá de lo inmediato y que se centre más en los cómos y en los por qué”. Es decir, el periodismo debe ser periodismo, y su base deben seguir siendo las 5 W 's (del inglés: who, what, when, where and why).
Las llamadas fake news y la denominada post verdad llenan las redes y las webs, llegan hasta el usuario sin que este pueda hacer nada por evitarlo. En ocasiones con esa idea de “ellos no quieren que lo sepas” o esa de “solo unos pocos conocemos la verdad”, ambas muy atractivas y a tono con el mundo de las conspiraciones que es mucho más colorido que la gris realidad del día a día.
Un ejemplo reciente y sencillo ha sido la pandemia global que todavía está activa o las muchas dudas sobre las vacunas y sus efectos, a pesar de la gran cantidad de estudios científicos al respecto y de apabullantes pruebas en su favor.
A veces (muchas veces) todo se hace por un único motivo: lograr un clic. A base de enlaces y de clics se logra una audiencia, y a mayor audiencia hay mayores ingresos. “¿Es sano esta dirección?” se pregunta Agustín Puig de la Revista Play In. “Antes se contrastaba para asegurar y ahora por un like o un clic perdemos la objetividad de la información”, y sin objetividad (o neutralidad sería más acertado) no se puede informar.
Al otro lado hay toda una generación que ya se ha criado y formado viendo contenidos a través de Youtube y otras plataformas, lugares en los que hay auténticos profesionales con canales totalmente recomendables pero en los que, como en todo, también existe justo lo opuesto y por ello debe irse con cuidado. ¿Es más atractivo un vídeo que un artículo escrito? En vista del éxito de esa plataforma es indudable que sí, siempre se ha dicho que una imagen vale más que mil palabras y la era de la imagen ha venido para quedarse.
La comunicación, más allá del periodismo (que también), ha cambiado por completo en los últimos años. Hoy en día no es extraño escuchar a adolescentes y jóvenes decir que quieren ser influencers y streamers, y más de uno y de dos lo consigue. Varios de ellos se convierten en sinónimo de buena voluntad y de sentido moral, como es el caso de Ibai Llanos, que desde su Twitch habla en directo a sus más de 7 millones de seguidores, o en su canal de Youtube donde ronda esa cifra con vídeos que superan tranquilamente el millón de visitas en menos de un día.
Para Diego Merayo, locutor de La Ser: “El nacimiento de plataformas de streaming y los streamers no debe ser un problema para el periodismo, son formas distintas de crear contenido: los medios, basándose en los principios del periodismo informarán a la población y los streamers, youtubers y demás, crean contenido y entretienen con otra fórmula”, pero hay un matiz a tener en cuenta y es que “lo importante es que el espectador diferencie entre periodismo y otras formas de crear contenido”.
Ejemplos como el del popular Ibai Llanos hay muchos, aunque no todos son igual de destacables, y no hace falta más que entrar un momento a la red social del momento para ser conscientes de ello. De igual forma se puede observar una gran cantidad de usuarios que han dejado para siempre a los grandes medios corporativos, prefiriendo informarse a través de estos canales y, en muchas ocasiones, cometiendo el error de quedarse tan solo con un titular o una declaración sin contexto alguno.
Se habla y se escribe más que nunca, se hacen directos charlando de los temas más diversos y vídeos que van desde lo simple a lo complejo. Las redes sociales, internet en general, han dado la posibilidad de que cada uno exprese su opinión, algo que muchos han entendido casi como una obligación y que plantea el siguiente interrogante: si todos hablan, ¿quién escucha?