Más allá de su innegable valor cultural, la celebración de Sant Jordi es un motor económico primordial para el sector cultural y para la propia ciudad. En el año 2019 se estima que generó entre € 22 y 24 millones sólo en libros ¡Woww! Y si fuera poco, se vendieron entre 7 y 8 millones de rosas (8% de la facturación anual en 12 horas), el 25% cultivadas en Cataluña y el 75% en países como Kenia, Países Bajos o Ecuador ¿Y esto por qué?
Además de estar intrínseco en la cultura catalana, durante estos días se presentan gran parte de las novedades editoriales y es organizada por las propias asociaciones y entidades de cada pueblo y ciudad de forma autónoma, sin intervención de la administración pública. Este hecho vincula aún más la identidad de los habitantes con la fiesta, se sienten participes y necesarios. Los libros y las rosas son los pilares fundamentales, pero la economía indirecta es feroz debido al número de visitantes que llegan a todos los rincones de Barcelona y la participación ciudadana: hoteles, tiendas o bares y restaurantes se quedan sin reserva desde meses antes.
La COVID-19 mal amigo para Sant Jordi
En el año 2020 Sant Jordi coincidió con el confinamiento en España, obligando a su suspensión y cancelación de novedades editoriales. En cambio, desde la organización optaron por una celebración online para apoyar a las librerías, ¿Qué supuso? Un aumento x3 de las ventas por plataformas digitales y consolidando que sea el único sector cultural que no llegó a cerrar en Cataluña durante toda la pandemia ¡Abrieron 16 nuevas librerías y no han cerrado ninguna!
Aún así, la venta de libros bajó en 2020 alrededor del 29% con respecto al año anterior, necesitando una ayuda pública de € 950.000 solo en Barcelona.
2021: ¿podrá vencer esta vez el caballero Sant Jordi?
Parece evidente que la pandemia seguirá estando presente el próximo mes de abril, aunque no estarán establecidas medidas tan duras como en 2020. Por consiguiente, desde la organización apuestan por una celebración de la festividad restringida con circuitos y control, eso sí, dependiendo de cada pueblo y ciudad por su número de habitantes y evolución de la pandemia. Lo que sí parece impensable es el desarrollo de actividades culturales y las concentraciones fruto de una fiesta arraigada y querida.
Una buena: el 23 de abril cae viernes, día ideal para “animarse” a hacer algo.
Dice la leyenda...
Esta festividad tiene su origen en la propia leyenda de Sant Jordi. Cuenta la historia que en la villa de Montblanc (Tarragona) habitaba un dragón que sembraba el pánico entre los pobladores. Para contenerlo, los habitantes elegían en un sorteo a un vecino y lo daban a la bestia para que lo devorase, hasta que un día el azar decidió que debía ser la hija del rey la que fallecería entre las garras del monstruo. Sin embargo, un caballero llamado Jordi decidió enfrentarse al dragón para salvar la vida de la joven, consiguiendo vencerlo, naciendo un rosal de su sangre derramada. Esta leyenda valió para que fuese designado como santo y se extendiera su culto por todo el Mediterráneo durante la Edad Media, siendo patrón de Cataluña desde 1456.
La festividad ya se celebraba en el siglo XV en Barcelona y consistía en una feria de rosas, acudían especialmente todos los novios, prometidos o casados jóvenes a regalarles flores a sus amadas. A finales del XIX, el movimiento político y cultural de la Renaixença dio como resultado el formato actual que se define como la gran festividad patriótica, cívica y cultural de la comunidad autónoma.
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