Los que ahorran y los que gastan
En primer lugar, vamos a identificar dos perfiles distintos de agentes económicos (que pueden ser familias, empresas o Administraciones públicas):
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Los ahorradores, que gastan menos de lo que les permite su renta.
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Los deudores, que gastan más, por lo que tienen que pedir prestado.
A unos y otros la subida de tipos afectará de manera diferente.
Los que ahorran tiene recursos disponibles que, si suben los tipos de interés, podrían ser remunerados a una tasa más alta. A priori, los ahorradores mejorarán su situación si suben los tipos de interés.
Sin embargo, el efecto final de una subida de tipos sobre los deudores no está tan claro: su situación puede empeorar pero también mejorar, aunque esto último pueda parecer contraintuitivo.
Inflación americana vs. inflación europea
En Estados Unidos el aumento de la inflación vino determinado, en principio, por el lado de la demanda. Con una economía cercana al pleno empleo, la demanda de productos supera a la oferta. Ante esta situación, los precios deben subir para equilibrar la balanza. Cuando mucha gente quiere un producto pero este es escaso, su precio sube. Y es lo que ha venido pasando desde mediados de 2021.
Aunque ya desde finales de 2021 se venía produciendo una escalada en los precios, la inflación en Europa se ha visto agravada por la guerra de Rusia contra Ucrania.
El conflicto ha provocado un incremento de los precios de la energía, así como escasez en el suministro de otros productos esenciales. Esta es, por tanto, una inflación por el lado de la oferta. Al haber poca cantidad de un bien (ya sea energético, agrícola o industrial) y mucha gente que quiere comprarlo, entonces su precio sube. Y de ahí la aparición de la inflación de oferta en Europa.
¿Cómo protegerse o aprovechar la subida de tipos?
Antes de nada, hay que dejar claro que hablamos de tipos de interés nominales, que incluyen varios componentes, siendo los más importantes los propios tipos de interés (reales) y las expectativas de inflación:
Nominal = Real + Inflación Esperada
El tipo de interés real se puede definir como la remuneración en términos de poder adquisitivo por poner a disposición de un tercero una determinada cantidad de dinero durante un determinado periodo de tiempo, es decir, de prestar dinero.
Por tanto, si el BCE sube los tipos de interés (que hemos identificado como nominales) para intentar atajar la inflación, esto podría provocar que los tipos de interés reales aumentasen, se mantuviesen constantes o se redujesen, dependiendo de si la subida es mayor, igual o inferior al aumento de la inflación. Si los tipos de interés nominales y la inflación suben de forma similar a la subida de tipos podría no tener ningún efecto sobre los agentes económicos.
Sin embargo, para que la subida de tipos no afecte negativamente el poder adquisitivo (no olvidemos que esta subida se debe a un aumento en la tasa de inflación), debería ir acompañada de una revalorización de los salarios, las pensiones, los beneficios de las empresas y, en el caso de la Administración pública, de la recaudación de impuestos.
De esa forma, aunque los precios de los productos y servicios se incrementasen, ese incremento se vería compensado por unos ingresos más altos a través de las subidas que también experimentarían las nóminas de los trabajadores y pensionistas, así como los beneficios de las empresas y la recaudación de la Administración pública.
A nivel micro, lo que nos interesa es ver el impacto sobre los hogares, la Administración y las empresas, de la combinación de la subida de tipos de interés nominales y el comportamiento de la inflación. Es decir, de los tipos de interés reales, pues esto determinará quiénes se verán beneficiados o perjudicados por la política de tipos de interés y demás elementos de la política monetaria del BCE.
A nivel macro, dependiendo de la naturaleza del shock inflacionista, la subida de tipos de interés será mas o menos efectiva de cara a reducir la inflación. Ya se sabe que a los economistas les cuesta ponerse de acuerdo…
Expectativas y previsiones
Para poder identificar los posibles escenarios futuros tenemos que revisar las expectativas sobre tipos de interés y tasa de inflación, teniendo en cuenta que las expectativas recogen el temor de los mercados y los agentes económicos sobre posibles riesgos en el futuro próximo. Así, la cuestión es, según la situación actual, ¿cómo esperan los agentes económicos y los mercados que se comporte la inflación pero también los tipos de interés en los próximos meses y años?
El dato sobre expectativa de inflación se puede extraer de los mercados financieros en los que cotiza la inflación como, por ejemplo, las permutas financieras (swaps) de inflación o los bonos indexados a la inflación.
Información sobre los swaps de inflación tomada de la base de datos Thomson Reuters Eikon a 23 de mayo de 2022, indica para la zona euro una inflación del 6,5 % dentro de un año. Se espera que en dos años la inflación media sea del 4,5 % y la interanual del 2,5 %. Es decir, el grueso de la caída de la inflación se pospone más allá de doce meses.
Misma medida, ¿distintos resultados?
La inflación en Europa es consecuencia del aumento, sobre todo, de los costes energéticos, por lo que tiene un origen diferente a la que se ha producido en Estados Unidos, donde ha venido determinada por el aumento de la demanda.
En el caso estadounidense, un incremento de los tipos de interés sí que podría ayudar a enfriar la economía al encarecer el coste de pedir prestado, reducir la actividad económica y apaciguar la demanda de productos, lo que haría caer los precios. Esta medida solucionaría el problema sin provocar ninguna crisis económica.
Sin embargo, en el caso europeo, un aumento de los tipos de interés podría permitir controlar la inflación, pero, al contener el consumo, conduciría a una desaceleración económica. Al ser una inflación que no está provocada por un sobrecalentamiento de la economía sino, sobre todo, por la guerra y la escasez, su enfriamiento podría llevar a Europa a una nueva crisis económica.
Esperemos que las autoridades europeas sepan dosificar la medida para que los efectos sean los deseados.
Francisco Jareño Cebrián, Catedrático de Universidad, Área de Economía Financiera, Departamento de Análisis Económico y Finanzas, Universidad de Castilla-La Mancha and Eliseo Navarro Arribas, Catedrático de Economía Financiera, Universidad de Alcalá
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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