Las trabajadoras extranjeras percibían el malestar de los clientes, pero no repararon en que la entonación era la responsable del malentendido hasta que el experto fue capaz de descifrar el enigma, algo que, al mismo tiempo, cambió radicalmente la opinión de los empleadores sobre sus empleadas.
Entonación intercultural
Efectivamente, una mala interpretación de la entonación o una entonación inadecuada en encuentros interculturales puede tener graves consecuencias, algo especialmente preocupante cuando los hablantes no son conscientes de ello.
Esto ocurre en multitud de ocasiones, dado que pequeñas diferencias en la entonación pueden hacer que dos mensajes, con las mismas palabras, sean entendidas de manera totalmente diferente. Tal es el caso, por ejemplo, de las órdenes descorteses y las peticiones corteses. Podemos pedirle a alguien que haga algo con una intención totalmente cortés y que esta sea percibida con intención descortés. Para evitarlo, la principal herramienta que tenemos es la capacidad de modular la voz.
La entonación, es decir, la melodía de nuestros mensajes, es, en este sentido, clave a la hora de percibir y producir la cortesía en español. Todos sabemos que un mensaje con las palabras “por favor” puede sonar muy descortés si es pronunciado con ánimo de ofender. Imaginemos, por ejemplo, la manera en que algunos progenitores en ocasiones pueden ordenar a sus hijos que limpien la habitación con un “por favor” poco agradable de oír.
Entonar en una lengua extranjera
En ocasiones, los hablantes de una lengua, pertenecientes a una misma comunidad de habla, tenemos malentendidos al no ser percibidos con el grado de cortesía pretendido. Prueba de ello es que a veces nos vemos obligados a aclarar nuestras intenciones después de que nuestro interlocutor haya malinterpretado “nuestras palabras”.
La mayor parte de las veces, es la entonación la responsable de estos malentendidos, y no otros rasgos lingüísticos, como las palabras que elegimos. A pesar de esto, existe un consenso bastante generalizado entre los hablantes de una lengua sobre lo que suena cortés y lo que suena descortés. Ahora bien, ¿qué ocurre cuando hablamos otra lengua y no sabemos cuándo sonamos corteses y cuándo sonamos descorteses?
Cuando hablamos en una lengua extranjera pueden ocurrir dos cosas: puede que hablemos la lengua extranjera con las características melódicas de nuestra lengua materna o puede que no nos animemos a entonar en la lengua extranjera, sino que hablemos con un tono monótono característico de una persona que no sabe qué hacer porque le da vergüenza hablar en otra lengua.
Transferencia de melodías
En el caso de los brasileños que hablan español, por ejemplo, se ha observado una clara transferencia de las melodías del portugués de Brasil al hablar español. Esto es, en gran parte, responsable de su marcado “acento brasileño”. Sin embargo, lo interesante es saber hasta qué punto este “acento” puede hacer que sus mensajes sean percibidos con la misma intención con la que son emitidos.
Un estudio reciente indica que por las características melódicas de sus mensajes, los brasileños pueden ser percibidos con un grado mayor de cortesía del deseado, algo que resultaría problemático cuando el hablante quisiera transmitir seriedad o enfrentarse al interlocutor. Se trata, así, de un caso de cortesía involuntaria.
Descortesía involuntaria
Más inquietante puede ser el efecto contrario, es decir, cuando queremos comunicar algo con intención muy cortés en una lengua extranjera, pero somos percibidos como descorteses.
Ya sabemos que, al hablar en una lengua extranjera, podemos ser percibidos como maleducados o descorteses. Es de vital importancia, por lo tanto, saber cuáles pueden ser las causas de esta descortesía involuntaria.
En otro estudio reciente se ha observado que algunos hablantes chinos de español, por ejemplo, son percibidos como descorteses cuando su intención es precisamente la contraria, y que la responsable de esta percepción de descortesía extrema es precisamente la entonación, independientemente de las palabras utilizadas por los hablantes.
Esto puede deberse a las claras diferencias melódicas entre el español y el chino y a que quizás en chino sean otros rasgos, y no la melodía, los responsables de la percepción de descortesía. También puede tener relación con el hecho de que los hablantes de chino como lengua materna parecen tener problemas a la hora de percibir la entonación de cortesía en español.
Malentendidos en ciudades plurilingües
En el mundo globalizado es frecuente que convivan multitud de lenguas, todas ellas con características melódicas muy diferentes. En algunas, como el chino, el tono sirve, sobre todo, para distinguir el significado de las palabras. En otras, como el español, la melodía sirve, especialmente, para adivinar la intención del hablante: si este está siendo amable con nosotros o maleducado, si está contento o está frustrado.
Saber más sobre la melodía de la cortesía en diferentes lenguas y, en general, sobre las características de las lenguas que cohabitan en nuestras ciudades es clave para poder evitar malentendidos como el analizado por Gumperz.
Si las camareras hubieran sido conscientes de que su entonación era causante del problema o si los clientes de la cafetería hubieran reconocido la intención cortés de las trabajadoras asiáticas, el malentendido cultural no hubiera tenido lugar.
Es necesario, por lo tanto, crear entrenamientos para los ciudadanos de estas metrópolis multiculturales con el fin de facilitar la convivencia lingüística y conseguir así que nuestras sociedades sean genuinamente multiculturales, sociedades en las que las diferentes comunidades puedan convivir en armonía y enriquecerse mutuamente, siendo conscientes de sus similitudes y, lo que aún es más enriquecedor, sus múltiples diferencias.
Cristina Herrero Fernández, Investigadora en Lingüística aplicada - Universidad Nebrija, Universidad Nebrija; Margarita Planelles Almeida, Lingüística aplicada a la enseñanza de segundas lenguas, Universidad Nebrija y Susana Martín Leralta, Decana de la Facultad de Lenguas y Educación, Universidad Nebrija
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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