"Es algo de lo que se empieza a hablar sin tantos tapujos ni miedo. Hay libros con textos e imágenes que nunca nos habían mostrado, como por ejemplo el cuerpo de la mujer. O hablar del placer femenino o el ciclo menstrual", explica Ana.
Ambos le han dedicado horas de esfuerzo, lectura y han ido tejiendo redes con escritoras y artistas locales que han encontrado en el quiosco una nueva ventana para visibilizar su trabajo. El negocio, que busca la proximidad con la clientela, ha llegado en el momento justo para poder emplear a otros miembros de la familia que lo estaban necesitando, como el caso de su sobrina Aroa que ahora vive su primera experiencia laboral.
El público de Narradoras es variado, pero sí han notado el interés de un sector en particular: "Vienen muchas mujeres mayores que miran un libro, sienten vergüenza, pero vuelven a los días y se lo llevan agradeciendo porque descubrieron cosas que nunca se hubieran atrevido a preguntar", comenta Ana.
También tienen una amplia gama de literatura infantil que destaca por sus cuidadas ilustraciones y por tratar temas como las emociones, la sexualidad, los diferentes modelos de familia, siempre cuidando que no aparezca ningún contenido sexista y apelando a este tipo de educación desde edades tempranas.
La venta de café que ofrecen también sigue el enfoque con perspectiva de género. "Proviene de una finca en Colombia que está a 1800 metros de altura y lo lleva una asociación de mujeres cabezas de familia, que lo producen en un entorno natural. La idea es hacer una ayuda mutua, porque viven en pueblos en los que las mujeres son el sustento de niños y ancianos”, explica Julián.
Ana y Julián no han sido los únicos que se animaron a darle una vuelta de tuerca a este negocio.
Unas calles más abajo lo encontramos a Leo y su “Vita Brevis”. A sus 19 años este joven catalán, de familia boliviana, invirtió sus ahorros para adentrarse en esta aventura. No se arrepiente. De hecho, ya piensa en dónde pondrá su próximo quiosco.
Leo conocía la marca, que comenzó en Sitges, y le gustó la propuesta. Él mismo se encargó de acondicionar el espacio de trabajo, pensándolo todo al detalle sin perder el entusiasmo.
Revistas locales y un café muy selecto son los productos estrellas. "El take away es lo que funciona porque han cambiado los hábitos de consumo. Trabajamos con un café de 85 puntos para arriba de calidad”. Lo elabora con máquinas muy valoradas, y también utiliza granos de Colombia, Costa Rica y Etiopía.
Mientras conversamos llegan varios clientes fijos que compran el periódico de toda la vida, como lo hacían desde hacía años en el viejo quiosco. Mantienen la costumbre. "El propietario sentía pena por venderlo, porque lo fuese a cambiar, pero le dije que aunque da miedo el cambio, pensara que era esto o tendría que cerrarlo y los clientes se quedarían sin lugar donde comprar prensa”, señala.
Él pensaba que necesitaría al turismo, que serían los compradores potenciales al estar cerca de la Sagrada Familia, pero se ha dado cuenta que tiene un público local muy interesado e interesante.
"Vienen de distintas edades, armamos una tertulia de quiosco. Además de ganar la venta, gano charlas muy enriquecedoras. Llega gente que se ha dedicado toda su vida al diseño, a la ilustración, un perfil muy creativo, con mucha vocación”.
Leo envía un mensaje esperanzador en tiempos de crisis para aquellas personas que están pensando en emprender:
"Por muy mala que sea la situación a nivel mundial, se puede ganar si lo sabes enfocar bien. Como este negocio hay muchos que igual ni siquiera se han descubierto. Hacen falta personas que tengan ideas y ganas”.
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