Decenas de rutas salpicadas de historia. Entender lo bella que es Menorca es posible gracias a los 185 kilómetros repartidos en 20 tramos del Camí de Cavalls, una ruta senderista (GR223) cuyos orígenes se remontan al siglo XIV, cuando el rey Jaume II ordenó a los caballeros menorquines vigilar todo el perímetro de la isla en una ruta con muchos tramos fácil de recorrer a lomos de tan majestuoso animal.
Piedras que hablan y cuentan un relato fantástico. Más de 1.500 yacimientos arqueológicos en apenas 700 km2 son una muestra más que considerable de la importancia de la cultura talayótica menorquina, flamantemente reconocida como Patrimonio Mundial de la Humanidad. Un legado histórico que se remonta a más de 4.000 años atrás, con navetas, talaiots, taulas, poblados y necrópolis, entre los que destacan la Naveta des Tudons (Ciutadella) o los poblados talayóticos de Trepucó (Maó) y Torre d’en Galmés (entre Alaior y Son Bou).
Acariciando el Mediterráneo. Sus 216 kilómetros de recortada costa dan cobijo a un sinfín de rincones para disfrutar del mar. El sur es la zona más suave y la que protege mayor número de calas y playas, como Es Talaier, Macarella, cala Mitjana o Es Caló Blanc. El norte, más agreste y salvaje, sorprende con otras de formaciones rocosas y arcillas rojas, como Cavalleria, Pregonda, Cala Pilar o Binimel·là.
Cabalgando o pedaleando. De capa negra, fuertes crines y viva mirada. Así son los caballos menorquines, una de sus señas de identidad. Recorrer la isla a lomos de ellos es algo único, incluso si es tu primera vez montando a caballo. Como también hacerlo en bicicleta, a través de los 21 trazados cicloturistas perfectamente señalizados de una isla que apuesta por la sostenibilidad.
Conquistados por el gusto. Descubrir Menorca a través de su producto y sus creaciones culinarias es una aventura que todos deberían vivir al menos una vez en la vida. Más allá de la Caldereta de langosta, su plato más conocido, la cocina menorquina es rica en matices y sabores. Una gastronomía donde está presente siempre el producto local de mar y tierra; desde el pulpo o la raya, a la perdiz, la carne de vaca roja, el azafrán, la miel, el aceite, el queso DO Mahón-Menorca… o incluso el vino. ¡Irresistible tentación!
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