Las causas del aumento del nivel del mar
Hace 20 000 años, cuando el Homo sapiens era aún una especie de cazadores recolectores, la superficie de los océanos se situaba unos 120 m por debajo de su nivel actual. La razón es que gran cantidad del agua que hoy forma parte de los océanos era hielo entonces. Estas grandes capas polares se redujeron lentamente debido a procesos naturales hasta alcanzar su extensión actual y, al igual que las condiciones climáticas, han sido estables desde hace aproximadamente 10 000 años.
Durante este periodo, denominado Holoceno, se desarrolló la civilización humana, en gran medida favorecida por las condiciones de estabilidad climática. No es de extrañar, por tanto, que hayamos considerado nuestras costas como líneas estáticas, donde el nivel del mar se ha mantenido prácticamente inalterado durante milenios, hasta el punto de que hoy en día las regiones cercanas al mar concentran, en términos relativos, la mayor parte de la población humana.
Con el calentamiento global derivado de la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera, el planeta está sufriendo cambios en sus condiciones climáticas de una magnitud y a una velocidad sin precedentes en centenares de miles de años.
Uno de estos cambios palpables, y potencialmente más dañinos, es la subida de nivel del mar. Globalmente, el nivel del mar aumenta por dos causas: en primer lugar, debido al calentamiento de los océanos, que se expanden al acumular el calor que resulta de absorber más del 90 % de la energía extra del calentamiento global. En segundo lugar, por la pérdida de hielos continentales, tanto de los glaciares de montaña como de las capas polares, que al fundirse añaden más agua a los océanos.
En promedio, el nivel del mar ha aumentado unos 20 cm desde principios del siglo XX, de los cuales 8 cm han sido durante los últimos 30 años. Es decir, no solo está aumentando, sino que la velocidad a la que lo hace se está acelerando.
Cuando el nivel del mar sube, cambia la configuración de las costas, pero no de igual forma en todas partes. Para empezar, los cambios en el nivel del mar no son homogéneos en todo el planeta, debido principalmente a las diferencias regionales en la absorción de calor y a la circulación oceánica.
En algunas regiones el nivel del mar puede aumentar hasta un 30 % más que la media global. Además, no todas las costas responden de igual forma a un cambio en la posición del nivel de los océanos. Por ejemplo, las zonas costeras de cotas bajas, como los deltas de ríos, pueden quedar permanentemente inundadas; en cambio, las costas sedimentarias responden de forma dinámica, mientras que los corales crecen verticalmente cuando la columna de agua que los cubre lo hace.
¿Cuánto ha aumentado desde que hay registros?
Nuestros testigos son algunos de los registros ambientales más antiguos, obtenidos de las observaciones de mareógrafos. Un mareógrafo es un instrumento anclado en la costa que mide de forma continua los cambios en el nivel del mar respecto a una referencia fija.
Algunas de las series temporales de datos más largas se encuentran en el Mar Mediterráneo, como la de Marsella y la de Alicante, cuyas mediciones comienzan en el siglo XIX (ver Figura).
En el Mediterráneo el nivel del mar ha aumentado 16 cm desde que existen registros y la mitad de ellos solo en los últimos 30 años. Como consecuencia de estos cambios, las costas mediterráneas se han erosionado y han retrocedido 0,5 m/año desde los años 80 del siglo pasado.
El nivel del mar va a continuar aumentando en las próximas décadas y siglos. Los modelos climáticos que representan posibles escenarios futuros del clima del planeta indican que, en el supuesto de una reducción drástica de emisiones (compatibles con un aumento de la temperatura global de 1,5 ? respecto a la era preindustrial –no olvidemos que hemos llegado ya al 1,2 ?–), el nivel del mar a final de este siglo estará casi 40 cm por encima del que teníamos a principios del siglo XXI.
En un escenario más negativo, con aumentos de temperatura de hasta 5 ?, este valor sería probablemente de al menos 80 cm. Y lo que es más impactante es que, debido a posibles inestabilidades de la capa de hielo antártica, con tal aumento de la temperatura global no se pueden descartar valores de 1,5 m a final de siglo, de 2 m a mitad del próximo siglo y de hasta 10 m para el año 2300.
Las implicaciones de un cambio de tal magnitud serían enormes en todas las zonas costeras del mundo, incluyendo la sumersión completa de grandes zonas urbanas a largo plazo.
La desaparición de las playas mediterráneas
En un entorno tan sensible al aumento de nivel del mar como el Mediterráneo, las consecuencias serán notables ya en las próximas décadas. Las costas son cada vez más vulnerables a los impactos de episodios extremos causantes de inundaciones. Con un nivel del mar más alto, la magnitud y frecuencia de los episodios extremos se incrementarán y lo que ahora es un evento raro que ocurre una vez en 100 años, a mitad de siglo se podrá observar cada 5 años y para el año 2100 será algo habitual que ocurrirá varias veces al año. También se agravará la erosión costera, con retrocesos promedio de entre 50 m y 80 m, dependiendo del escenario climático.
Este efecto se traducirá en la desaparición de gran parte de las playas mediterráneas, especialmente las urbanas y altamente antropizadas que no cuentan con espacio suficiente para desplazar la playa tierra adentro a medida que el nivel del mar sube, con el impacto que ello supone para economías en gran medida basadas en el turismo litoral recreativo.
Algunas de las consecuencias del aumento del nivel del mar son a estas alturas inevitables, ya que una parte de los futuros cambios está comprometida debido a las emisiones pasadas y actuales. Sin embargo, la magnitud total de los cambios y la velocidad a la que ocurran dependen de las acciones y emisiones desde hoy y durante de las próximas décadas. Nuestras actuaciones pueden suponer la diferencia entre la capacidad o no de adaptarse a una nueva configuración de nuestras costas y la pérdida irreversible de regiones densamente pobladas actualmente.
Marta Marcos, Investigadora en IMEDEA (CSIC - UIB) y Profesora Titular de Universidad de Física de la Tierra, Universitat de les Illes Balears
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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