Una de las razones por las que no hemos construido una estación espacial en la Luna es que no mandamos gente ahí demasiado a menudo, ya que hasta ahora solo hemos logrado enviar astronautas en seis ocasiones. Estos alunizajes tuvieron lugar en el periodo de tres años comprendido entre 1969 y 1972, y formaron parte de un programa de misiones espaciales denominadas Misiones Apolo.
El tipo de cohete usado para mandar a los astronautas a la luna, el Sarturn V, era extremadamente potente, y ya no se fabrica. Esto significa que en este momento no tenemos un cohete con la potencia suficiente como para mandar gente a la Luna (por lo que ni hablamos de construir una estación espacial allí).
Aunque se están volviendo a construir otra vez cohetes extremadamente potentes. La empresa de exploración espacial Space X está creando nuevos cohetes más grandes y capaces de llevar el peso de los astronautas a la Luna. La NASA, por su parte, también está planeando nuevas misiones tripuladas a nuestro satélite.
Sin embargo, hay una gran diferencia entre hacer un viaje corto a la Luna y construir una estación espacial en ella, que es algo tremendamente difícil. Una forma de conseguir este objetivo sería hacer las piezas en la Tierra, llevarlas a la Luna y ensamblarlas allí. Sería imitar el modo de construcción de la Estación Espacial internacional. En ese caso se llevaron las piezas al espacio y posteriormente las ensamblaron astronautas a bordo de lanzaderas espaciales.
Pero la Estación Espacial Internacional está a solo 400 kilómetros de la superficie de la Tierra, mientras que la Luna está a 384.000. Cada viaje a la luna llevaría unos tres días y requeriría de inmensas cantidades de combustible, lo que no contribuiría a mejorar el problema del cambio climático en la Tierra.
Una idea mucho mejor sería construir todo lo posible de la estructura básica del emplazamiento espacial con materiales procedentes de la propia Luna. El hormigón lunar, por ejemplo, está siendo testado en la Tierra para comprobar su viabilidad como material de construcción.
En la Tierra se puede fabricar hormigón a partir de cemento, agua y grava o arena. No tenemos nada de esto en la Luna, aunque sí contamos con polvo lunar y azufre, que pueden fundirse y mezclarse. Cuando esta mezcla se enfría, queda un material sólido que es incluso más fuerte que muchos de los materiales de construcción que usamos actualmente en la Tierra.
Comida y energía
También tenemos que pensar en qué necesitarían los astronautas que se quedaran en la estación. Lo más importante sería garantizarles la comida y el suministro de energía, para que pudieran funcionar los equipos y para producir comida y aire respirable.
Hay científicos que investigan cómo cultivar alimentos en el espacio. En la Estación Espacial Internacional los astronautas están realizando experimentos para intentar cultivar verduras en cápsulas de tierra. Otra opción es cultivar plantas por hidroponía, que consiste en que las plantas se cultivan en agua, y no en tierra.
Llevar energía hasta la Luna resultaría más complicado. La mejor forma sería mediante placas solares, pero la Luna rota cada 28 días. Esto quiere decir que si construimos una estación espacial fija, dicha instalación estaría 14 días al sol y 14 días en la oscuridad (y sin luz, los equipos que funcionaran con esta energía no podrían funcionar a menos que se produjera una mejora enorme de la capacidad de almacenar energía en baterías).
Una forma de sortear este problema sería construir la estación espacial cerca de alguno de los polos de la Luna y extender allí los paneles solares. De este modo, dichos paneles recibirían luz solar de forma constante en la medida en que podría rotar y no se verían bloqueados por el propio satélite.
Y como alternativa a todo lo anterior, deberíamos tener en cuenta que quizá no necesitaríamos construir ningún tipo de estación en la superficie lunar. En lugar de ello, la NASA está meditando construir un satélite y colocarlo en la órbita de la Luna. Y es que los cohetes que se lanzan desde su superficie usan mucho combustible para escapar de su órbita, pero esto no sería un problema si se partiera desde un satélite. Así, esto podría resultar mejor incluso que una base sobre el terreno; podría convertirse en el punto de partida para las misiones cuyo destino estuviera mucho más lejos, en las profundidades del sistema solar.
Ian Whittaker, Senior Lecturer in Physics, Nottingham Trent University
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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