En una competición lo hacemos mejor si nos creemos superiores

(Por Francisco José Esteban Ruiz, Universidad de Jaén) Aunque nos duela, existe una jerarquía social en la que hay oprimidos e inocentes que sufren la desdicha y el castigo sin merecerlo, mientras muchos de “los de arriba” les miran con indiferencia. Así lo refleja la galardonada película Los santos inocentes, basada en el libro del mismo título de Miguel Delibes.

Podríamos pensar que la competitividad existe porque hay unos que están arriba y otros que están abajo. Que todo se reduce, más o menos, a sobrevivir y a competir entre niveles.

Pero no. También se compite con quienes están en el mismo nivel. Es más, para que un individuo dentro de un grupo prospere no basta con que centre sus esfuerzos en los recursos disponibles. Además, debe tener en cuenta el rango social y el comportamiento de los otros miembros del grupo.

El éxito depende del rango social y de contra quién competimos

La jerarquía y la competición han sido y son estudiadas por disciplinas tales como la psicología, la sociología, las ciencias políticas, la economía y la ecología. Pero hasta ahora se sabía muy poco de los mecanismos biológicos y celulares de las interacciones competitivas.

Recientemente, un equipo investigador de Boston (EE.UU.) ha publicado un interesante artículo en la revista Nature en el que demuestra, en un grupo de ratones, la existencia de unas neuronas concretas que codifican la estructura del rango social de unos animales con respecto a otros. Además, en el trabajo se detecta cómo influye la información que procesan las células sobre las decisiones que se toman al competir.

Para el estudio se registró la actividad neuronal de los ratones mientras competían, de un modo natural, por la comida. Los resultados indican que los roedores más dominantes son los que más alimento consiguen. En cuanto al éxito competitivo, varía según el rango social del animal en relación a los demás competidores.

Por ejemplo, los ratones de un rango social medio tienen mayor éxito si compiten con ratones subordinados de su grupo, y menor éxito si lo hacen con ratones más dominantes también de su grupo. Pero este efecto disminuye si la prueba se realiza entre ratones de grupos diferentes. Eso indica que no es una cuestión de fuerza, rapidez o “superioridad” real: simplemente los ratones compiten menos si se enfrentan a adversarios que saben que están en un rango superior. Si lo ignoran, compiten con la misma ferocidad que frente a sus iguales.

Como es lógico, si se modifica la recompensa y el entorno (por ejemplo, la cantidad y la distancia hasta llegar a la comida), los animales también ajustan su comportamiento según el resultado económico y las condiciones ambientales bajo las que compiten. Es decir: se muestran más motivados si hay mayor recompensa y si las condiciones son más favorables.

Competir, tener éxito y el rango social están relacionados

Las neuronas que codifican este complejo comportamiento se localizan en la corteza cingulada anterior, un área del cerebro imprescindible para el control cognitivo y emocional. Pues bien, en esta zona hay dos tipos de neuronas con funciones distintas: unas guían el comportamiento competitivo y otras evalúan el rango social y modulan a las anteriores.

Lo sorprendente es que son las del rango social las que permiten predecir el éxito futuro de la empresa que se va a acometer, con una precisión de un 71 %. Más aún, estas neuronas se encargan de integrar la información no sólo del rango social relativo, sino también de las experiencias previas en cuanto al éxito. En función de la posición social y de los triunfos previos, nos guiará en cómo nos enfrentamos a una competición, en qué decisiones tomamos frente a nuestros rivales.

Manipulando las neuronas que controlan el esfuerzo competitivo

Si los resultados anteriores indican que hay neuronas concretas en la corteza cingulada anterior cuya actividad afecta a las decisiones que tomemos en la competición a la que nos vamos a enfrentar, ¿qué ocurrirá si las manipulamos?

Pues ocurre lo esperado: la excitación de las neuronas del rango social aumenta la posición del individuo en el ranking de dominancia en su grupo, mientras que la inhibición lo lleva a una posición más baja.

En cuanto a la competición, si se excitan estas neuronas se observa que el comportamiento competitivo es selectivo, ya que el éxito solo aumenta si los ratones compiten frente a otros que sean más dominantes. Y cuando las neuronas se manipulan inhibiendo su función, el éxito competitivo disminuye sólo cuando compiten con subordinados.

Según Miguel de Cervantes “Dos linajes sólo hay en el mundo: como decía una abuela mía, que son el tener y el no tener, aunque ella al de tener se atenía.” Y sí, abuela, el que “tiene” compite con uñas y dientes.

Francisco José Esteban Ruiz, Profesor Titular de Biología Celular, Universidad de Jaén

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

The Conversation

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