Analicemos qué factores están implicados en esos dos ingredientes: el rendimiento y el bienestar.
El cerebro determina nuestras decisiones
Las personas tenemos por lo menos dos yoes dentro de nosotros/as:
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Un yo que responde de forma reflexiva, clara y equilibrada, desde la corteza prefrontal del cerebro. Nos ayuda en la toma de decisiones acertada, avanzando en los proyectos que tenemos entre manos, de forma racional y en las relaciones de los miembros de los equipos para generar confianza.
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Otro yo que reacciona, desde la amígdala, de forma impulsiva, muchas veces de forma exagerada, a la defensiva. Nos impide a veces a conseguir el propósito que tenemos entre manos y daña las relaciones.
La amígdala es la encargada de coordinar las emociones. La corteza prefrontal regula las emociones y su influencia sobre el pensamiento y la memoria. A través de las emociones experimentamos sensaciones.
También sabemos que las emociones son efímeras (las provocan los acontecimientos), mientras que el estado de ánimo es estable. Por eso, la identidad pública se puede manipular para engañar durante un tiempo a las personas, pero el postureo en las emociones no funciona. Si miramos a los ojos a la persona, no se pueden disfrazar las emociones.
El antídoto para poder equilibrar la parte mas reactiva y poder dar respuestas, es sin duda la gestión emocional óptima.
Claves para gestionar las emociones
Puede comenzar observando a los dos yoes. Esto lo podemos hacer trabajando la parte de las gestión emocional que llamamos intrapersonal, con nosotros mismos. La idea es comenzar a ser conscientes de las emociones que vivimos, ponerles nombre, etiquetarlas, reconocerlas. Para ello necesitamos identificar qué estimulo provoca la emoción.
Cada persona experimenta distintas emociones ante distintas experiencias. Es imprescindible determinar qué nos provoca frustración, nos da miedo o rabia, y qué nos motiva, nos compromete y nos genera confianza.
La capacidad de observar en nosotros mismos pasa por parar, tomarnos 5 segundos para respirar y etiquetar. Es necesario identificar, cuando nos quedamos atrapados en una emoción, qué sucede, qué la provoca y cuánto rumiamos esa emoción.
Quizás nos podamos identificar con la experiencia de rumiar emociones cuando alguien ha criticado algo que hemos realizado o creemos que hemos hecho algo mal. ¡Cuanto tiempo nos quedamos enganchados! A veces días, sin poder dormir, dándole vueltas a lo que nos ha sucedido.
Hoy la neurociencia nos nuestra el camino, que no es otro que enfocar la atención y practicar. De esta forma, se fortalece. Si nos quedamos en la frustración, dándole vueltas, rumiando, fortalecemos de alguna manera seguir en la frustración más tiempo y un mayor número de veces. Debemos romper ese círculo vicioso.
Parar, tomar consciencia de lo que nos deja rumiando, respirar, aceptar que estamos en esa emoción y poner la mente a favor para poder pasar a una opción mas orgánica y saludable es el primer paso del trabajo en gestión emocional. Y nos habilita para avanzar hacia el segundo aspecto, el interpersonal, las emociones que nos vinculan a los demás y hacen que el trabajo en equipo tenga un rendimiento exponencial, además de una sensación de bienestar y gratitud.
Las emociones forman parte del sistema de alerta del cerebro. Charles Darwin, logró diferenciar en su libro La expresión de las emociones en el hombre y en los animales el comportamiento instintivo del aprendido. El ser humano da un paso más, pudiendo controlar y gestionar adecuadamente sus emociones.
Emociones y rendimiento en las empresas
Para mejorar el rendimiento y el bienestar en las empresas, es necesario que sepamos gestionar las emociones de los empleados. Algunas sugerencias son:
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Dotar a los empleados de las herramientas necesarias para que aprendan a gestionar sus emociones. Lograr la estabilidad personal emocional es necesario. Nos ayuda y ayuda a los demás en su relación con nosotras y nosotros. Hay cursos de inteligencia emocional, mindfulness, autobservación, autocontrol, identificación y gestión de las emociones propias, etc.
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Aprender a analizar nuestras emociones en grupo. ¿Qué aportamos a nuestro equipo de trabajo? ¿Qué emociones me producen los compañeros y compañeras? ¿Qué emociones les produzco yo a los demás? ¿Qué emociones me produce acudir al trabajo? ¿Qué emociones me suscita la empresa? Realizar un autoanálisis que nos permita tomar conciencia de la realidad que vivimos.
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Buscar un equilibrio interno y externo. Al equipo le puedo aportar ilusión, alegría, etc. Hay que ser conscientes de que una persona alegre no lo puede ser todo el tiempo. También se requiere, en algunas ocasiones, estar triste. No podemos abordar problemas profundos exclusivamente desde la felicidad o siendo graciosos. Se requiere funcionar como el dial de una radio antigua: sincronizando y adaptándonos a la situación.
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Conocer nuestro rol dentro del equipo y el de los demás. Nuestro papel no es cambiar a los demás. También es bueno que haya personas negativas o pesimistas en el grupo. Nos va a permitir adelantar argumentos en contra de nuestras ideas que luego van a suceder. Esto nos permite mejorar con antelación. No hay que arrinconar o dejar de lado a estas personas. Debemos dar la vuelta a la situación, aprovechando el valor de la crítica en la mejora del proyecto.
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El o la líder del equipo tiene que prestar atención a la diversidad emocional de los empleados. Hay que tomar conciencia de la individualidad y de la riqueza de las aportaciones tan diferentes, siendo el objetivo sacar lo mejor de cada persona.
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Si estamos enfadados, tenemos que aprender a canalizar esa emoción y tranquilizarnos antes de interactuar con los demás. Las emociones son contagiosas. Si estamos ilusionados, contagiaremos la ilusión a los demás.
Las emociones son como las estaciones del tiempo. Es necesario pasar por el invierno en las relaciones emocionales para poder disfrutar de la primavera emocional. Todas las emociones son útiles: la rabia modulada saca la dignidad de la persona, el miedo nos salva la vida y la tristeza nos ayuda a profundizar en las cosas.
Aprendamos a utilizar sabiamente las emociones en la empresa. Además de bienestar, obtendremos un mejor rendimiento y gozaremos de una vida plena que se extenderá por nuestro entorno laboral.
Elena Quevedo, Lecturer & Researcher. Faculty of Psychology and Education. Educational Innovation Unit (Responsible Teacher Training), Universidad de Deusto y Fernando Díez Ruiz, Profesor doctor Facultad de Psicología y Educación, Universidad de Deusto
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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