Lo cierto es que emprendedores eran también quienes emigraban a otro país en busca de un destino mejor.
Emprendedores eran los buscadores de oro, los zapateros a medida de la edad media, los inventores que registraban lo que la gente necesitaba y lo articulaban con su oficio.
Emprendedor era el que “inventó” el ventilador: un motorcito con plumas de avestruz primero y con aspas después.
Todos ellos tenían un rasgo común: eran lectores de la necesidad, comprendían qué precisaba la gente, desde las cosas básicas hasta las más sofisticadas.
¿Para qué convertirse en un emprendedor? La necesidad de serlo provenía de la ambición de subsanar la carencia, comer, vestirse, dar sustento a la familia, generar valor agregado para vivir del trabajo, de su inventiva, del esfuerzo posterior de crecimiento. Todo ello enfundado con dosis de entusiasmo, tolerancia a la frustración, la virtud de la paciencia, que no se aprende en los libros para conseguir lo que se busca, probar una y otra vez.
También contaba el impulso del descontento de trabajar para otros, de librarse de la relación de dependencia, eludir la insatisfacción de trabajar con la familia y liberarse de la sombra paterna y animarse a ser artífice de su propio destino.
Había quienes contaban con padres adinerados que les permitía acometer nuevas propuestas, sabiendo que si no funcionaban, estaban amparados como para recomenzar desde otro lugar.
A otros los motivaba haber hecho un tramo de su vida con logros, y una vez asentados acunar la sensación de vacío que les impedía continuar con sus vidas profesionales tal como las concebían.
Estos tiempos no sólo traen jóvenes a nuestra consulta, sino que abundan personas de mediana edad, que ya han llegado a disfrutar de logros económicos y sociales en sus distintas profesiones, industrias, comercios o servicios. No obstante, a pesar de ello, viven en un estado de equilibrio que termina, paradójicamente, provocando mucha angustia y ansiedad, con el interrogante que se convierte en obsesión y sensación de vacío, que muchas veces intentan llenar con síntomas y enfermedades.
Aquí también se vuelve fundamental la presencia del Mentor. Más allá de pecar con generalizaciones al dividir por edades los dramas internos y externos de estas personas que prácticamente lograron sueños y objetivos. Podría decir, que estos hombres tienen todo lo que deseaban en cuanto a confort. Sin embargo, los invade una sensación de vacío.
Es imprescindible en esta época retomar la capacidad de ilusionarse, entusiasmarse, vitalizarse buscando un proyecto nuevo, sin renunciar a nada de lo que ya funciona, que debe permanecer estable.
En el caso de haber encontrado un camino de vivir y no sobrevivir, también es importante tener una oreja que lo oiga y una espalda donde poder reclinarse.
Y ésta es también, una función del Mentor.
Desde Barcelona. Agosto 2021
Mentoring empresario
Mentor Ernesto Beibe
Mentora Celina Tuturman
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