¿Soy un engaño? (qué es el Síndrome del Impostor)

El hipócrita no se asemeja en nada a quien padece el Síndrome del Impostor. Simplemente porque sostiene su falsedad con orgullo. Mientras aquellos portan el pesado y persecutorio Síndrome de la Impostura. El hipócrita es el que compra un auto nuevo y lo deja estacionado lejos de su fábrica o de su negocio. 

El que habla mal de las parejas donde el hombre tiene sus “escapadas”, mientras él tiene una amante estable.

Hipócrita es el que dice que se ocupa de sus hijos, cuando les trae juguetes cuando duermen, ya que se tomó su tiempo para festejar con amigos, o simplemente se queda fuera de hora en su trabajo, sólo para hacer méritos frente a sus superiores.

No, no hablamos de los hipócritas, sino quienes sufren del Sindrome del Impostor, donde la culpa por no ser lo que aparenta, o ha subido en un rango en su empresa, o le han dado un premio que siente que no lo merece,.

Está acompañado día y noche con el miedo a que lo descubran, o miedo a la envidia de los demás, con la sensación de estar haciendo algo mentiroso y por tanto, pecaminoso con el consiguiente castigo.

En nuestra profesión de Mentores nos encontramos cada día con culposos por haber obtenido una distinción o un status nuevo, o profesionales muy renombrados que confiesan “tengo miedo de que la gente me valore más de lo que realmente soy, y si se descubre perderé el prestigio y la clientela, seré objeto de burlas y persecuciones”.

Hemos atendido a través del tiempo a distintos profesionales que han cursado varios años de Universidad, y podemos afirmar taxativamente que todas las profesiones entregan a la sociedad, diplomados de cada rama que no sufra del Sindrome del Impostor, médicos, abogados, arquitectos, y aún Decanos de la Universidad

Es el pensamiento que mas inseguridad les da, y le quita fuerza de autoridad. Aquí un ejemplo de primera mano de un universitario muy reconocido:

“Ya veo como pronto descubrirán que soy un fraude y que todas las virtudes que me atribuyen son fruto de un error, de una coincidencia, de una solemne equivocación. 

Soy un engaño, y de un momento a otro todo el mundo lo sabrá ¿Soy un impostor? 

Pronto verán que mi éxito era equivocado. “No soy tan inteligente como suponían”. 

Hay personas que sufren. Hay personas que lo sufren. Es el síndrome del impostor. 

Un trastorno que embarga a millones de mujeres y hombres en todo el mundo. No es, por ahora, una enfermedad mental oficialmente reconocida, pero… 

El término, hasta cierto punto ambiguo en su definición, fue acuñado en el 1978 y el Síndrome ataca a diferentes tipos de individuos y profesiones.

Antes de ser descritos, los síntomas se identificaban, el no encontrar trabajo rápidamente como una pérdida de autoestima, desconfianza de uno mismo/a, inseguridad, presión del entorno y flaqueza ante los mensajes de éxito y fracaso que lanza la oferta de diplomas y cursos.

Un pesimista, con perdón, diría que los afectados por el tal síndrome sufren un ataque de lucidez. 

Síndrome o experiencia, sentirse un impostor es una emoción incapacitante, puesto que puede afectar a la libre expresión de la creatividad y suponer un obstáculo para el desarrollo profesional, además de provocar diversos síntomas desagradables como la ansiedad o el insomnio.

El sindrome del impostor se supera

¿Como se supera?
Entendiendo, comprendiendo y asimilando la distancia entre lo aparente y lo real. Hay personas que viven con una falsa personalidad organizada en función de lo que quisieran ser o de lo que el medio les exige. Están cubiertas por una estructura externa (SILUETA Nº 1) que los muestra cómo deberían ser, cómo organizar su manera de actuar y su forma de darse a conocer. Esta es la manera como se conectan con los demás. Pero esta estructura con la que se muestra en la sociedad en la cual se desenvuelve, no le permite ni siquiera tomar conciencia de quién es verdaderamente (SUPERFICIE Nº 2).

La (SUPERFICIE Nº 3), marca el espacio que existe entre la persona real de lo que la persona quiere demostrar, es decir, quién es frente a su espejo, sus ojos y frente a los ojos de los demás. 

Pero este espacio esta lleno de peligros, especialmente uno. El peligro de descubrir quién realmente es. Este espacio vacante es el que se llena de ansiedad, de angustia, de stress y de esfuerzo por la necesidad de agrandarse sabiendo que esta inmerso en una impostura.

¿Cómo actúa el mentoring?
El trabajo del Mentor es lograr que esta persona se desarrolle desde su esencia, desde lo que tiene y lo que realmente es (SUPERFICIES Nº 4/5). Hacerlo crecer desde adentro para que comprenda todo lo valioso que sí, tiene.

El Mentor buscará que se vaya acercando a esta figura con un enriquecimiento, con el objetivo que se sienta cada vez más autentico.

Cuanto más se acerque a esa figura deseada, tanto para él, como para el resto de sus relaciones, el monto de la angustia y la ansiedad pierden fuerzas, se diluye, y ese lugar lo ocuparán nuevos conocimientos y nuevas fuerzas instrumentales.

Esto, a la vez modificará la imagen exterior que luego se acomodará a la verdadera personalidad del Cliente.

Muchas veces en este camino de reacomodar a la persona verdadera vamos a ver que hay lugares que crecerán más y otros lugares que crecerán menos.

Es entonces cuando el trabajo de adaptar lo deseado a la realidad se hace más arduo porque hay que negociar, no solamente con la imagen de cómo lo verán los demás, si no como él mismo puede adaptarse a su nueva forma de verse y de actuar.

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