Procrastinación es una palabra que viene del latín procrastinare (pro, adelante, y crastinus, referente al futuro) y se utiliza para catalogar esas situaciones en las que se posterga una acción, algo que se puede convertir en un hábito. Retrasar actividades que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes o agradables, puede llevar al extremo de rozar la psicopatología. Cuando hablamos de cumplir años, procrastinar es empeñarse en no hacer ejercicio, fumar o no cuidar la dieta. Sin embargo, existen otros factores relevantes.
En 1978, los investigadores Russell, Peplau y Ferguson, desarrollaron, en la Universidad de California (UCLA), su famosa escala de soledad. Usada por servicios de salud y bienestar geriátrico de todo el planeta, esta herramienta evalúa la experiencia subjetiva de soledad en adultos en las facetas social, familiar y de pareja.
El vínculo de la soledad emocional con la aparición y agravamiento de enfermedades mentales, coronarias y neoplasias ha sido confirmado por la literatura científica. De forma resumida, investigaciones recientes apuntan a que las personas que se sienten más solas tienen entre un 20 y un 40 % más de posibilidades de fallecimiento prematuro. Pero no es igual para cualquier soledad: la soledad emocional es considerada la de mayor impacto. Algunos investigadores la definen como el número de personas a las que recurrir en una situación de emergencia. Si está por debajo de dos, se sufre una soledad que es mortífera.
Por su parte, otro estudio sobre mortalidad y estrés laboral publicado en The Lancet concluía que lo que nos hace vivir menos años no es tener mucha carga de trabajo sino sufrir estrés malo. Este estrés lo generan cuestiones como tener poco locus de control laboral (cuando el destino profesional depende de arbitrariedades externas y no está bajo el control del trabajador), altos niveles de autoexigencia o situaciones de precariedad laboral a partir de los 50 años. Este es el cóctel que provoca el “estrés mortal”.
Jubilarse pronto no es la solución. La actividad es positiva. Las investigaciones sobre las zonas azules del mundo (aquellos territorios en los que viven las personas más longevas) identificaron un patrón común en lugares tan dispares como Okinawa, Creta o Costa Rica. En todos ellos, los ancianos centenarios seguían muy activos en trabajos vinculados al campo, al mismo tiempo que su voz seguía siendo escuchada y respetada en la comunidad en la que vivían.
Luchar contra la procrastinación, la mejor política de salud pública
Un estudio reciente publicado en el British Medical Journal vincula el desarrollo de demencia senil con la aparición previa de cuadros de comorbilidad (cuando confluyen varias dolencias en el sujeto, como colesterol, triglicéridos o hipertensión). Basta retrasar un año la aparición de cuadros de comorbilidad en la franja de edad de entre 55 y 70 años para que disminuya un 4 % la probabilidad de desarrollar algún tipo de demencia senil.
Por tanto, actuaciones preventivas para mejorar la dieta, fomentar el ejercicio, reducir el tabaquismo y el alcoholismo, así como evitar la soledad no deseada y el estrés laboral, prolongarían la vida con salud y ahorrarían enormes gastos al sistema sanitario.
Los datos disponibles sobre la esperanza de vida predicen que cada vez habrá más personas centenarias. Mientras unos superarán el siglo, otros morirán prematuramente. Una llamativa dualidad en la que la varianza de la vida se irá agrandando.
Por eso no llama la atención el estudio Caminos de la personalidad hacia la mortalidad, realizado por un equipo de investigadores alemanes, irlandeses y americanos que llegan a la conclusión de que viven más años aquellos individuos con personalidades propensas al orden y a la organización.
Usando el modelo de los cinco factores de la personalidad, podríamos deducir que las personas perezosas y que retrasan sus decisiones mueren antes. Todo un reto para los poderes públicos, pero también para los involucrados en la educación de los, ojalá, futuros longevos.
Iñaki Ortega Cachón, Profesor de Dirección de Empresas, UNIR - Universidad Internacional de La Rioja and Miguel Usábel Rodrigo, Profesor actuarial science & machine learning, Universidad Carlos III
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.