Dentro de la muy amplia etiqueta de “literatura infantil” hay que diferenciar una serie de edades en las que las capacidades y las necesidades del niño son muy diferentes. Sí hay un objetivo que debería cumplirse a lo largo de todas estas etapas: la incorporación del libro a la vida cotidiana del niño como algo familiar, como una fuente de disfrute (y aprendizaje) más.
De 0 a 3 años: el libro objeto
En esas primerísimas etapas el libro es un juguete, bien de tela o de cartón, que incorporará ilustraciones, lengüetas, pestañas o solapas que incentiven la psicomotricidad fina; también los hay que incorporan sonidos e incluso piezas musicales que pueden introducir al niño en el mundo de la música clásica o de la ópera. Por ejemplo:
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Colección de Timun Mas protagonizada por el Osito Tito.
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Mis primeras óperas, Mi primer Mozart o Mi primer Bach, también de Timun Mas.
De 3 a 6 años: ¿Me cuentas un cuento?
A partir de los 3 años (en algunos casos antes), el niño da muestras ya de ese interés y disfrute por la narración breve y los mundos imaginarios, lo que le lleva a preguntar continuamente “¿Me cuentas un cuento?”. En ese momento, la figura del adulto es determinante, ya que la lectura es un acto compartido en el que se crean vínculos con el niño y con el libro.
En esta etapa hay espacio para la creatividad y la personalización de las historias: el adulto puede comentar o incluso recrear la historia contada en el libro, adaptándola todavía más a los gustos y necesidades del niño y recurriendo a historias a las que el niño, cuando pueda leer, volverá por sí solo. Son ejemplos:
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La serie de libros creada por el tándem Julia Donaldson (texto) y Axel Scheffler (ilustraciones) y publicada por Bruño: El Grúfalo, La hija del Grúfalo, El dragón Zog, Zog y los doctores voladores, ¡Cómo mola tu escoba!, Los cinco feos, El hombre palo o Bill y Janet.
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La serie de Daniela Pirata (de Susanna Isern y Gómez, editada por NubeOcho).
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La princesa Sara no para (de Margarita del Mazo y José Fragoso, también de editorial NubeOcho).
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El botiquín de la doctora Nora (Miriam Moss y Deborah Allwright, Edelvives).
A partir de 6: ¿cuentos tradicionales o tuneados?
No se pueden dejar de lado los tradicionales cuentos de hadas en la formación lectora del niño. Cuentos como Caperucita o Los tres cerditos siguen despertando fascinación, y cumplen esa función que señalaba el psicólogo Bruno Bettelheim en su obra Psicoanálisis de los cuentos de hadas: ayudar al niño a enfrentarse a los miedos de la infancia.
En la actualidad hay cierta controversia sobre la idoneidad de estos títulos y su falta de concordancia con la mentalidad moderna. Para los que así lo prefieran, existen versiones actualizadas:
- Colección Érase dos veces, escritas por Belén Gaudes y Pablo Macías (con ilustraciones de Nacho de Marcos), donde nos encontraremos con un versión de Caperucita con un lobo amigable, una Bella durmiente con hadas feministas o una Cenicienta con zapatos cómodos.
La adolescencia: un momento clave
Si el tiempo de la infancia es esencial para que el niño descubra la lectura y se interese por ella, la adolescencia es el momento delicado en el que una inmensa cantidad de estímulos, muchos audiovisuales, puede crear cierta distancia con la lectura.
Las clases de literatura cumplen un papel importante. Entre los trece y los dieciséis años, los jóvenes reciben una influencia determinante, que puede consolidar el interés por la lectura, pero también crear un rechazo difícil de superar.
Al igual que los adultos en la etapa infantil, que han leído e interpretado historias para los pequeños lectores, el profesor tiene que ser un modelo de lector para sus alumnos. A los catorce o quince años es más factible disfrutar con la lectura de El Quijote si el docente acompaña a los alumnos, desmenuza el texto y descubre para ellos su grandeza.
Aunque la adolescencia es una edad idónea para acercarnos a clásicos que más adelante quizá no tengamos tiempo de leer, también se debe proporcionar al adolescente textos con cuya lectura disfrute enormemente en la soledad de su cuarto. Estos se engloban dentro de tres grandes temáticas:
Fantasía para entender la realidad
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La saga Harry Potter, siete libros con un mérito innegable: gracias a ellos, muchos niños y adolescentes volvieron a leer, atraídos por el universo que había creado J. K. Rowling. Los lectores no solo descubrieron magia y criaturas fantásticas, sino que se enfrentaron a temáticas complicadas, como la muerte, la ambición por el poder y la guerra, a través de unos personajes que acertaban a veces, pero también se equivocaban, y que huían de maniqueísmos y simplezas.
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Crónicas de Narnia, de C.S. Lewis.
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Canción de Hielo y Fuego. De George R.R. Martin.
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Memorias de Idhún, de la española Laura Gallego.
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La trilogía de El señor de los anillos. El asombroso mundo creado por Tolkien establece una relación entre naturaleza, lenguaje y realidad.
Literatura de terror
El género de terror es, por regla general, uno de los más atrayentes para los jóvenes. Si se quiere profundizar en el sentimiento de miedo a través de la literatura, y no tanto en el mero espectáculo sanguinolento que suelen ofrecer las películas de terror actuales, hay un autor cuyo nombre perdurará por siempre:
- Edgar Allan Poe, maestro del cuento de terror por excelencia. Sus narraciones (El corazón delator, El gato negro, El retrato oval, entre otras) son perfectas para adentrarse en el género. Pocos autores como Poe han sabido describir tan bellamente algunos de los paisajes más lúgubres y oscuros que constituyen la literatura.
Literatura y filosofía
El mérito del noruego Jostein Gaarder fue el de escribir una novela que presentaba de forma amena al joven lector una panorámica de la historia de la filosofía occidental:
- El mundo de Sofía. Un best seller que permite al joven lector adentrarse en las grandes preguntas que conciernen al ser humano acerca de la identidad, el mundo, el vivir bien o la muerte, y en las respuestas que se han dado a lo largo de la historia.
El objetivo de la literatura infantil y juvenil ha de ser cimentar en el niño y el joven el interés (y la pasión) por la lectura. Para ello, habrán de conciliarse obras de actualidad con otras que aporten también contenido, sentando las bases del entendimiento de los grandes conflictos humanos. Estos son los que nos proporcionan los personajes y aventuras de las grandes historias de la literatura universal.
Claudio Moyano Arellano, Doctorando y Profesor en el Área de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada de la Universidad de Valladolid, Universidad de Valladolid and Sara Molpeceres Arnáiz, Profesora del Área de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, Universidad de Valladolid
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.