El origen del vino en lata se remonta al año 1936 y tiene como escenario los Estados Unidos. Sin embargo, es en la última década cuando este modelo de negocio ha revolucionado el mercado americano, alcanzando ingresos de 183,6 millones de dólares en 2019.
Este crecimiento en las ventas ha llevado a la industria a replantearse la utilidad de las clásicas botellas de vidrio. Las marcas Can-Vi, Glass Canned Wines, Zeena y Born Rosé son las primeras en dejar atrás este envase y apostar por las latas de aluminio, al estilo de otras bebidas como las cervezas o refrescos.
Cristina Vaqué y Jordi Solé son los fundadores de Can-Vi, que empezó la comercialización de vino enlatado en noviembre de 2020. “Durante el confinamiento empezamos a ver los cambios del consumo y decidimos que era el momento de empezar a materializar el proyecto”, nos cuenta Cristina.
Según ellos, la lata ofrece grandes ventajas frente al packaging de vidrio: es transportable, pesa menos, es fácil de abrir, se enfría más rápido y puede consumirse en cualquier lugar. Además, es infinitamente reciclable y monodosis, ya que contiene la cantidad de vino equivalente a dos copas.
El objetivo de la empresa es acercar esta bebida a un público más amplio, especialmente a los jóvenes. “Las nuevas generaciones no tienen prejuicios con el envase, solo ven una manera cómoda y diferente de consumir vino”, afirma Cristina. En cambio, los más conservadores se siguen resistiendo a este formato.
De momento, la empresa cuenta con tres variedades de vino: blanco, tinto y rosado, todos ellos macerados con sus pieles y criados durante 6 meses en ánforas de arcilla. El proceso de elaboración es totalmente natural (sin añadir sulfatos) y parte de viñas con certificación ecológica de 20 años de edad.
Can-Vi ya ha empezado la exportación de sus vinos a países como Australia, Francia o Alemania. En Barcelona, puedes encontrarlos en establecimientos especializados como Garage Bar, Vinus Brindis o la Bodega del Sol.