Pero ¿qué ha ocurrido en Jubrique para que cientos de personas formadas en extinción de incendios, apoyadas por maquinaria pesada, camiones autobomba y muchísimos medios aéreos no pudiesen defender con eficacia sierra Bermeja?
Nubes de fuego
En este incendio, que es uno de los más complejos que han tenido lugar en España en las últimas décadas, se unieron varios factores: una orografía muy complicada (Málaga es una de las provincias más montañosas de España), una meteorología con vientos fuertes y cambiantes (que hacían cambiar de dirección al incendio), pero, sobre todo, una cantidad enorme de vegetación lista para arder que se había acumulado por no cuidar ni usar los montes lo suficiente.
Toda esta vegetación, que ardió con mucha facilidad, liberó cantidades tan enormes de energía que alteraron la propia atmósfera, como muestran los pirocúmulos que se formaron sobre el incendio. Lo sabremos con seguridad cuando, calmadamente, podamos estudiar este incendio en detalle y aprender lecciones sobre él, pero es posible que esta alteración de la atmósfera contribuyese a hacerlo más virulento, retroalimentándose y creciendo.
Ante esta situación, muchos pidieron más medios de extinción, a pesar de que este incendio era tan peligroso que con frecuencia los bomberos forestales tenían que retirarse por seguridad. Otros pidieron más prevención, sobre la que hablan muy extensamente divulgadores como Víctor Resco o Javier Madrigal, cuya lectura recomendamos.
Hay que tener en cuenta que la prevención de incendios es un servicio. Pertenece al sector terciario: cuando pensamos en prevención solemos pensar, por ejemplo, en alguien que irá al monte, cortará árboles, quitará el pasto, cobrará el dinero que indudablemente ha ganado a cambio de su trabajo y volverá a su casa. Así año tras año, hasta que una crisis económica obligue a recortar este servicio y se deje de hacer. Entonces, ¿cómo podemos asegurarnos una buena prevención contra incendios?
Prevención de incendios desde casa
Desgraciadamente, nunca existen respuestas sencillas a temas complejos (ojalá), pero aunque pueda sorprenderles, parte de esa respuesta se encuentra en nuestros frigoríficos. Ábranlos y observen su interior: los filetes, la leche o el queso, ¿provienen de un animal que se ha criado en extensivo, comiendo el pasto y reduciendo así combustible para futuros incendios, o se ha criado en granjas intensivas, más baratas?
Y las verduras o las frutas de su despensa, ¿han llegado en contenedor desde la otra punta del planeta? Si están leyendo este artículo desde España, hay un 80 % de probabilidad de que lo hagan desde una ciudad. Les preguntamos: cuando vuelven al pueblo del que eran sus padres o sus abuelos, ¿cómo están los bancales de los que se alimentaban y que hoy ayudarían a compartimentar los incendios? Probablemente estén ocupados por bosque y matorral.
Ahora les invitamos a observar en detalle su casa, ¿cuántos objetos ven que estén fabricados en plástico o metal pero podrían estar fabricados con madera de los montes? La tabla de cortar de la cocina, las sillas, la barandilla de las escaleras…
Los montes tienen ahora más vegetación que antes, porque ya casi no extraemos pasto ni madera. Y esta vegetación es mucho más continua porque han desaparecido los cultivos que la compartimentaban. En España la superficie forestal está creciendo, pero más no es sinónimo de mejor.
Si a este aumento en cantidad y continuidad de la vegetación le añadimos un escenario de cambio climático, tenemos el polvorín perfecto: si no gestionamos nosotros esa vegetación, será el fuego el que lo haga por nosotros.
Elecciones de compra que benefician al monte
La solución pasa por cambiar nuestros hábitos de consumo: “el carro de la compra es un carro de combate”. Tenemos que aprender a comprar productos de proximidad (mirando la procedencia en la etiqueta) que además se exploten de manera sostenible, para lo que existen multitud de certificaciones. Así de simple. Sin embargo, acabamos cogiendo de la estantería del súper el producto barato, sin saber que la diferencia de precio la pagamos igualmente con el valor de los recursos quemados por los incendios y el dinero que cuesta apagarlos, que es mucho.
Cambiemos el terreno de juego. Llenemos nuestro carro de la compra (nuestro “carro de combate”) de productos locales, haciendo que el agricultor pueda volver a sembrar, que el ganadero pueda sacar a sus animales a pastar y que el forestal pueda extraer madera de manera rentable. Este tipo de prevención de incendios, que ya no pertenece al sector terciario, sino al primario y al secundario –ya que extraemos recursos renovables y los transformamos–, resiste mucho mejor el envite de las crisis y ayuda a afianzar la escasa población rural.
Por último, no olvidemos que a este aproximadamente 20 % de población rural –que tanto ayuda en la prevención de incendios– no solo ha de salirle económicamente rentable vivir en zonas rurales, sino que ha de valerle la pena. Es prioritario que las zonas rurales se hagan bastiones en esa España vaciada y que, por fin, entren de manera efectiva en una agenda política comprometida a ello.
Juan Antonio Muñoz Navarro, Doctorando del Centre d'Estudis del Risc Tecnològic, Universitat Politècnica de Catalunya - BarcelonaTech y Elsa Pastor Ferrer, Profesora de la Universitat Politècnica de Catalunya, investigadora del Centre d'Estudis del Risc Tecnològic y coordinadora del proyecto WUIVIEW, Universitat Politècnica de Catalunya - BarcelonaTech
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.