¿Por qué es diferente la incidencia actual de España y del resto de Europa?
Parte de la clave está, no en el porcentaje de vacunados, sino en la calidad de la campaña de vacunación. En Alemania han vacunado a un porcentaje un poco menor que en España, pero no a todos los de alto riesgo. En España hemos vacunado a más del 98 % de los mayores de 60 años. Esos son los que han constituido 19 de cada 20 fallecidos por la pandemia en una sociedad como la europea, con muchas personas mayores. En Alemania solo han vacunado al 90 % de los mayores de 60.
La confianza en las vacunas y en el sistema nacional de salud de la población española han hecho que consigamos algo que no han conseguido ni en Alemania, ni en Francia, ni en Italia, porque no llegan a la gente. Sí estamos llegando en Portugal, Islandia, Irlanda y España.
También hay una parte de azar. En España, las dos grandes oleadas que comenzaron antes de tiempo fueron por azar, por cometer un error. La oleada del verano de 2020 fue por no controlar a tiempo el brote de los temporeros de Lérida y Huesca, que se descontroló. A principios de este verano fue por los viajes de fin de curso, la selectividad, las hogueras de San Juan. Ahora que vienen las celebraciones navideñas, nos aglomeraremos todos y volveremos a tener más casos.
Otra diferencia son las mascarillas. En España llevamos más mascarillas que en otros países. Y además de proteger, su presencia nos recuerda continuamente que todavía esto no se ha pasado. Esa sensación no la tienen en otros países desde hace muchos meses. Pero los casos están subiendo y hay que tener especial cuidado en navidades.
¿Cómo deberíamos comportarnos de cara a las fiestas de Navidad?
En navidades, que es cuando se producen los contactos que luego dan lugar a los brotes de gripe de enero y febrero, es el momento de tener cuidado y ser conscientes de lo que nos ocurrió el año pasado.
Un consejo: tenemos test de antígenos en las farmacias. En las reuniones de Navidad lo que tenemos que hacer si nos vamos a reunir con las familias es hacernos test de antígenos esa misma mañana, y el que dé positivo que se quede en casa. ¿Que uno se queda sin reunión familiar de Navidad? Sí, pero imaginemos lo que sería contagiar a toda la familia. Esta posibilidad de los test no la teníamos el año pasado. Hacerse el test no supone renunciar a nada. Supone saber si te ha tocado la lotería. Es un rasca directo. Sabes en el momento si te ha tocado.
Pero ¿no basta con habernos vacunado?
Hay que recordar que las vacunas no son esterilizantes ni infalibles. La protección ante enfermedad grave es de un 95 % durante unos meses al menos tras la vacunación, que es espectacular, pero hay un 5 % de personas que se pueden infectar y enferman gravemente. ¿Quiénes van a ser? No sabemos ni cuántos ni quiénes, pero es más probable que sean las personas que tienen un sistema inmunitario más débil, probablemente los abuelos, o personas con la inmunidad debilitada. Cada uno sabemos con quiénes nos vamos a juntar. Si en la comida de Navidad se juntaran todos jóvenes y solo jóvenes, a lo mejor, con lo que cuestan los test de antígenos, no nos lo haríamos. Pero la comida de Navidad es probable que sea con algún abuelo. Y a lo mejor la cena de Nochevieja la tenemos con amigos jóvenes, pero en Año Nuevo la tenemos con los abuelos. Ahí es donde puede estar el problema.
El pico de gripe que hemos tenido todos los años en enero y febrero es por las comidas de Navidad. No es que el virus se transmita más con el frío. Es que nosotros nos lo contagiamos en las comidas.
¿Vivirán los niños otra pandemia como esta en su vida?
Ojalá no, pero es probable que sí. Un niño que ahora tiene 10 años ha vivido ya en un mundo con dos situaciones de riesgo pandémico alto. Pero quizá no se ha enterado porque ha ocurrido en otros países y no ha llegado a todo el mundo, como por ejemplo las epidemias de MERS y de ébola de 2013 y 2014. El virus del MERS lo transmiten los camellos, también por vía respiratoria. El virus del ébola se trasmite por contacto con secreciones de personas infectadas y afectó sobre todo a países subtropicales del este de África. Ambos tienen una letalidad muy alta. Lo que ocurre es que son virus que se han conseguido contener mejor que el SARS-CoV-2.
Las diversas infecciones que nos pueden llegar son muy distintas. Con esta lo que ocurre es que es muy silenciosa. Se transmite sin que sepamos de dónde nos viene el virus. Gente que no tiene ningún síntoma lo puede contagiar. Y por eso se ha extendido tanto por todo el mundo.
Lo cierto es que vivimos en una pandemia permanente. Hace 100 años todo el mundo tenía malaria. En Suecia había malaria, y en España, donde se erradicó en 1962, también. El ser humano está sometido a infecciones continuamente. En estos momentos la malaria afecta a 500 millones de personas al año. La tuberculosis a más del doble. Son pandemias que nos afectan a todos.
Sin olvidar otra pandemia que ya lleva 40 años afectándonos, que es la producida por el virus del sida. Y para esa no tenemos todavía una buena vacuna.
¿Cuándo terminará esta pandemia?
El virus se va a quedar con nosotros para siempre probablemente, pero a lo mejor se queda como un catarro. Y entonces podremos decir que es el fin de la pandemia porque no causa un problema grave. Lo que nos salva de la pandemia es estar protegidos frente a ella, tener inmunidad.
En los países que más vacunen acabará antes la pandemia que en los países en los que no puedan vacunar. En España estamos muy bien y es probable que nos acerquemos antes al final de la pandemia que otros países a los que no están llegando vacunas porque no tienen recursos para comprarlas o porque cuando pueden comprarlas están los últimos de la lista.
La solución es que tengamos inmunidad y la mejor manera de tener inmunidad no es pasar la infección y correr el riesgo de morirse. Es tener la vacuna para estar preparados frente a la infección.
Si sigue circulando, ¿que capacidad de evolución tiene?
El virus lo pensamos como un único elemento malo para nosotros. Esa mirada hay que cambiarla. Las distintas variantes compiten entre sí por ocupar un nicho ecológico que somos nosotros. Esto va seleccionando a aquel que mejor se adapte a las condiciones del momento. Si los cambios se siguen produciendo, si le vamos dando más tiempo al virus, más capacidad evolutiva, puede hacer que las vacunas no actúen de igual manera frente al virus. La circulación es algo determinante a la hora de que haya posibles problemas en el futuro inmediato.
Hay que recordar que estamos rodeados de agentes infecciosos que se están circulando y multiplicando continuamente en la población en determinadas zonas. Este virus, en cambio, está circulando menos que muchos otros. Porque hay mucha gente que no se ha infectado todavía, hay muchos países del mundo que están relativamente protegidos.
Hay otro punto importante: los coronavirus mutan menos que el virus de la gripe, claramente no tienen esa capacidad de reorganizarse. El genoma del virus de la gripe está hecho en trocitos. La reorganización de los trocitos de dos virus de la gripe hace que tenga más capacidad de cambiar un trozo grande de su genoma por otro. Y así ocurrió en la pandemia de 2009. Este virus no, este virus es de una sola pieza y por eso, y además porque corrige sus errores, tiene menos capacidad de variación que el de la gripe.
Aparte, estas vacunas son mucho más potentes que las vacunas de la gripe. Tenemos un enemigo más fácil de combatir que la gripe y tenemos unas vacunas que lo combaten mejor. Por tanto, estamos en una situación más favorable que con la gripe. Yo sí contemplo que a lo mejor esta pauta de vacunación nos dure muchos años. Igual que nos duran muchos años las vacunaciones infantiles. Mientras siga circulando el virus, la vacuna nos reforzará la inmunidad, que es la solución. Pero hay personas que tienen la inmunidad baja, se les ha caído el sistema inmunitario y ya no pueden defenderse. Y para ellos hacen falta los antivirales, para esas personas a las que no podemos proteger de forma efectiva por mucho que vacunemos.
¿Nos ha ayudado la pandemia de 1918 para afrontar esta?
Una de las cosas que se hizo entonces fue intentar olvidarla. Se percibió como un fracaso porque no se había controlado. En este caso, en vez de olvidarlo, estamos tratando de aprender qué se ha hecho mal para no repetirlo y qué se ha hecho bien para aprender para el futuro. Es importante que contemos qué hemos hecho bien, pero también qué hemos hecho mal para que otros no tropiecen en lo mismo. Porque la siguiente pandemia puede que no espere a que resolvamos esta y hay que estar protegidos.
Una cosa importante que tenemos que aprender es que cuando nos pongan medidas que parezcan exageradas, las aceptemos. En España, una vez que pasó la primera ola, que fue una bofetada, lo hemos aceptado muy bien. En los medios siempre sacan a los pirados que no cumplen ninguna regla, pero en general el comportamiento ha sido maravilloso. Sobre todo muchos jóvenes, que tienen un mérito superior porque ya sabían que tenían menos riesgo. Pero todos tienen un pariente que se puede infectar y, por ellos, han aprendido la lección de aceptar medidas duras para evitar males mayores.
¿Fue un error comparar al principio la gripe y la covid?
Sí, se subestimó, en parte por compararlo con la gripe y en parte por creer que éramos resistentes a todo, que íbamos a poder con todo. Que lo que se iba sabiendo solo le iba a afectar a otros. Pero esos otros estaban cada vez más cerca. Creo que lo subestimamos un poco porque este virus es mucho más nuevo que el de cualquiera de las gripes conocidas y no caímos en que no contábamos con defensas. Para la gripe teníamos una parte de defensas necesarias, pero para este virus no. Eso contribuyó a que lo subestimáramos, pero sobre todo, influyó que estábamos convencidos de que las enfermedades infecciosas habían desaparecido y que podíamos con todo. Hubo un poco de prepotencia, sí.
Además existe un conflicto al considerar que la gripe es una enfermedad menos grave. La gripe estacional puede causar muchos problemas y las gripes pandémicas pueden ser incluso peores que la pandemia del SARS-CoV-2. La gripe no es para nada una enfermedad causada por un virus cualquiera.
¿Ha mejorado la confianza en la ciencia?
Ha mejorado hasta el punto de que ahora los bulos se disfrazan muchísimo de ciencia. Los bulos me preocupan muchísimo, me descomponen. Todos estos médicos por la verdad que mezclan una parte de palabrería científica con unas barbaridades descomunales me parece que hacen un daño brutal porque meten muchísimo miedo a la población. Una vez que tienes miedo, los científicos te pueden decir lo que sea, te pueden explicar todo lo que te quieran explicar y tener todo el tiempo posible para explicarlo, que no te sacan del miedo.
En los momentos más duros te vuelve el miedo y piensas: “No me pongo la segunda dosis, no me pongo ni la primera y voy a convencer a los demás de que tampoco lo hagan porque tengo un miedo tremendo y mi única manera de superar este miedo es distribuir el bulo a diestro y siniestro e intentar ser muy activo”.
¿Y la comunicación de la ciencia?
La relación entre los científicos y los medios de comunicación ha mejorado muchísimo y ese respeto mutuo se ha transmitido a la población, ha permeado. Hay muchos medios, como The Conversation, que te dan el contexto global. Eso es bueno. Otra cosa buena es no emplear palabras raras cuando no haga falta. Hay que ser precisos, pero usar las palabras que entienda la gente. Tenemos que ir aprendiendo a simplificar, pero sin excedernos, porque los problemas son complejos.
¿Cómo luchar contra los bulos?
Hay gente con mucha paciencia que los va contrarrestando todos. Hay muchas iniciativas que lo hacen. Y me encantan porque los desmontan claramente. Pero lo ideal sería que no entrase el miedo al principio.
Lo fundamental es entender qué le pasa a una persona que desconfía. Y para eso hay que hablar con esa persona. En la vacunación infantil hay que hablar con los padres, darles tiempo, pasar dos horas con cada familia para que nos cuenten qué es lo que a ellos les desentona tanto. A cada uno le falta una pieza del puzle para encajarla y confiar. Encontrar esa pieza es muy difícil. Por eso hace falta mucho contacto personal. Y los medios de comunicación son una vía espectacular porque nos ayudan a entender lo que pasa y a transmitirlo mejor.
¿Por qué los científicos nos dicen hoy una cosa y mañana la contraria?
Quizá a partir de ahora nos empecemos a dar cuenta de que la percepción de que “la ciencia es la verdad” ha de evolucionar y pasar a ser “la ciencia está viva y en evolución”. Quizás ahora haya mas gente que se dé cuenta de que la ciencia siempre está cambiando, evolucionando, avanzando y corrigiéndose.
A los niños pequeños les enseñamos a saber perder, pero no les enseñamos a vivir con la incertidumbre. Al contrario. Les enseñamos a vivir con certezas. Por eso las expectativas a veces se frustran. Tendremos que introducir en la educación ese aprendizaje de la incertidumbre, porque la vida es incertidumbre.
¿Cómo podemos acercar la ciencia a la población general?
Cuando doy clases lo que me gusta es transmitir conceptos, en vez de inmensos detalles de todo el conocimiento que vamos acumulando, que es amplísimo. Si transmitimos todos los detalles no tenemos tiempo ni perspectiva para transmitir los conceptos. Yo con los años he ido prefiriendo ver las cosas con perspectiva. Los conceptos me han ayudado mucho para entender de otros campos que no son el mío. Creo que el error es que habitualmente se enseñan listas de datos en vez de explicar conceptos, que son los que ayudan a entender. La clave es entender el concepto y saber manejar las herramientas para localizar el dato cierto, cómo llegar hasta él y cómo utilizarlo: o sea, razonar.
Una manera de que los estudiantes se impliquen es que se vean identificados con lo que están aprendiendo. En el caso de las enfermedades infecciosas, hacerles ver que son enfermedades que ellos pueden sufrir. La inmunología se puede aprender por algo que le está pasando al que está aprendiendo.
¿Cuál es la importancia de la Atención primaria?
Atención primaria no solamente es ir al médico de cabecera. Es el compromiso de la sociedad para tratar de ayudarnos entre nosotros. Y es la comunicación. En España, en comparación con países de su entorno, ha habido mucho esfuerzo y mucho espacio para dejarnos hablar, pero queda mucho por hacer. Es algo que no está asentado y queda por impregnarse de comunicación y de conocimiento.
En este encuentro, organizado por la investigadora del Instituto de Salud Carlos III Estrella Montero, intervinieron, entre otros, el biólogo molecular de la UCM José Manuel Bautista; el investigador en ecología, evolución y conservación del Museo Nacional de Ciencias Naturales Andrés Barbosa; el investigador del Instituto de Salud Carlos III Luis Miguel González Martínez; Virginia Rodríguez de IGME-CSIC, y seis niños.
Margarita del Val Latorre, Viróloga e inmunóloga del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (CSIC-UAM), Centro de Biología Molecular (CBM-CSIC) and Estanislao Nistal Villán, Virólogo y profesor de Microbiología de la Facultad de Farmacia, Universidad CEU San Pablo
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.