Esta evolución de la tecnología se debe, en gran medida, a la gran expansión de internet, que ya conecta a más de 4 mil millones de personas en todo el mundo. Y no parece flor de un solo día, pues se estima que en 10 años habrá 25 440 millones de dispositivos conectados a la red de redes, que supondrán una inversión de más de 628 000 millones de euros.
Viviendas más inteligentes
Dentro de este tsunami de tecnología, también se contabiliza el desarrollo de los hogares inteligentes, que ya son 259,89 millones en todo el mundo. El hogar inteligente (también llamado domótico) hace referencia a un conjunto de tecnologías conectadas que se utilizan en una vivienda para automatizarla y controlarla de forma inteligente.
Es importante remarcar el concepto de “conectado”, que se refiere al uso de objetos con los que el usuario es capaz de comunicarse gracias a una conexión a internet o bluetooth.
Estos objetos son capaces de recopilar información a través de sensores, procesarla en diferentes dispositivos y reaccionar ante esas medidas en función de los intereses del usuario. Por ejemplo, es posible instalar un sistema que mida y controle la temperatura exterior e interior de la vivienda y, en función de esa medición, suba o baje automáticamente los toldos y persianas de la casa y active los equipos de climatización hasta alcanzar la temperatura ideal en el interior.
Las aplicaciones domóticas que podemos encontrar dependen de la imaginación y las necesidades del usuario y el desarrollador. O dicho en otras palabras: no tienen límite. Hoy en día, es posible automatizar casi cualquier tarea que se lleve a cabo en el hogar, aunque los sistemas más habituales están enfocados al confort y el entretenimiento, la seguridad, el ahorro energético y la comunicación.
Cómo reducir el consumo energético
En estos meses en los que la factura de la luz no hace más que subir y subir, la domótica se presenta como una gran aliada para ayudar a ahorrar a las familias. Con un hogar inteligente, es posible reducir la factura de muchas maneras:
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Evitando el consumo fantasma o en stand by de los equipos y electrodomésticos. Es posible utilizar enchufes inteligentes que desconecten de la corriente los equipos y electrodomésticos del hogar que no se estén utilizando, consiguiendo un ahorro de unos 400 kWh al año (traducido a euros, con la actual subida media de la luz, hasta 132 €).
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Poniendo en funcionamiento los electrodomésticos, como la lavadora o el lavavajillas, en las horas valle de la tarifa de la luz. Esto podría llegar a suponer un ahorro del 50 % con respecto al precio de la luz en hora punta.
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Controlando el encendido y apagado de luces aprovechando al máximo la luz natural. Por ejemplo, es posible instalar sensores que detecten el movimiento y solo se activen si detectan a una persona en el pasillo. También se puede configurar la iluminación para que se active por zonas en lugar de activarse todas a la vez cuando se enciende el interruptor. Incluso se puede controlar la intensidad de la luz que estamos utilizando.
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Controlando la climatización de la vivienda actuando sobre las persianas y toldos en función de la hora del día o la radiación solar. También utilizando termostatos inteligentes que se encienden o apagan en función de la tarifa eléctrica contratada o si la casa está vacía y que permiten al usuario controlarlo desde una aplicación en su móvil.
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En caso de contar con paneles fotovoltaicos para el autoconsumo en la vivienda, permite gestionar la energía eléctrica que generan.
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Monitorizando el consumo eléctrico de la vivienda con una aplicación desde el móvil para conocer lo que realmente se está gastando en todo momento. De esta forma, el usuario es consciente del consumo que hace y es capaz de detectar si algo no está funcionando correctamente. Además, permite optimizar al máximo la energía que consumimos en casa controlando el factor de potencia de la instalación para evitar que aparezcan potencias reactivas que no son utilizadas para ningún fin pero que sobrecargan nuestro sistema.
El factor de potencia de una instalación muestra la relación entre la potencia útil que se consume y la potencia total que demanda la vivienda. Un símil muy visual es compararlo con la cantidad de cerveza que sirve un camarero en una jarra. La jarra, con la espuma y el líquido, representa la potencia total consumida y solo el líquido es la potencia útil (lo que realmente consume el usuario). Lo ideal sería que el factor de potencia fuese unitario, es decir, que la jarra estuviese llena de cerveza y no tuviese nada de espuma.
Tecnologías a la carta
Actualmente, el mercado de la domótica ha madurado lo suficiente como para ofrecer al usuario cualquier solución que pueda adaptarse a sus necesidades. Puede construir sus propios sistemas ad hoc comprando los componentes por separado; optar por soluciones más comerciales, como kits que incluyen una centralita y distintos dispositivos con sensores y actuadores que se comunican con el usuario a través de una aplicación móvil fácilmente configurable o contratar empresas especialistas que diseñan e instalan soluciones a medida de las necesidades del usuario. Todas ellas encontrarán en la conexión wifi la mejor aliada para desplegarse sin consumir un gran ancho de banda.
En España, cada vez más personas incluyen sistemas domóticos en sus viviendas. Según el Instituto Nacional de Estadística, en España el 29 % de la población ya utiliza algún dispositivo conectado a internet, el 7,8 % cuenta con algún sistema de administración de energía en el hogar y el 10,1 % con algún electrodoméstico conectado. Y esto no es nada. Con el despliegue de 5G que se está comenzando a llevar a cabo en nuestro país, la progresión que puede alcanzar este mercado es inimaginable.
Se espera que el número de dispositivos conectados se multiplique en pocos años con el avance de las redes de quinta generación, que permitirán una mayor velocidad de los datos y una menor latencia (tiempo de espera desde que los dispositivos envían un mensaje y este se recibe).
En el ámbito de la domótica, esto se traduce en la posibilidad de conectar más usuarios y equipos a la red, que serán capaces de comunicarse más y mucho más rápido. La red será capaz de soportar hasta 1 millón de dispositivos por km² con velocidades de entre 500 y 1 000 Mbps y latencias en torno a los 15 ms. Por lo que estamos ante el comienzo de un gran desarrollo y despliegue tecnológico en las viviendas.
Paula Lamo Anuarbe, Coordinadora del Máster de Internet de las Cosas, UNIR - Universidad Internacional de La Rioja
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.