En un contexto marcado por el uso de la IA en materia de productividad y de hacer procesos más eficientes, los algoritmos que tienen las emociones como base de funcionamiento están haciendo sus primeras apariciones en el mercado.
La nueva línea empresarial de Datarmony junta, todavía más, la interacción entre ser humano y máquina para que “el impacto de la inteligencia artificial sea real y todo el mundo pueda abrazar la tecnología que marcará las próximas décadas sin fricciones”, explica Enric Quintero.
El factor humano —en términos de sentimientos, emociones y un entorno laboral sano y estable mediante relaciones sanas entre personas de la misma empresa—desempeña un papel fundamental en la actividad económica y empresarial. Tal es la magnitud, que un estudio reciente, elaborado por Comunidad de Salud y Bienestar de la Asociación de Directores de Recursos Humanos (AEDRH), explica que el 50% de las bajas laborales se debe a una mala salud mental.
“El futuro de toda empresa pasa por las personas que la integran. Sin personas no hay actividad. Sin actividad, no hay prosperidad. Y antes que velar por los propios beneficios económicos, aunque importantes, la salud mental de las personas debe ser el valor fundamental para cualquier compañía que se precie, independientemente de su ámbito de operaciones o tamaño”, destaca el director y fundador de Datarmony, Enric Quintero.
En este sentido, en un contexto marcado por velar por la buena convivencia entre personas, lo cual es un pilar fundamental para crear un entorno laboral sano —y así también se contribuye a una buena salud mental de los trabajadores—.
La inteligencia artificial generativa tiene varias implementaciones que pueden llevar a cabo un mejor control de las empresas, mediante la buena gobernanza del dato. “Siempre que se habla de controlar los datos de las empresas, velar por las buenas relaciones entre compañeras y compañeros de trabajo, así como también, asegurar que no se produzcan situaciones que puedan desencadenar problemas, son elementos que quedan fuera de la ecuación. Por ello, desde Datarmony pusimos en marcha Contact Sentiment, que permite evaluar el tono de los mensajes que se diseminan en el trabajo de forma automática y lo hace en un entorno en el que, en todo momento, se mantiene la privacidad de las personas”, señala Quintero.
La inteligencia artificial generativa ya se entrena en emociones
Ya en 2023 salió un estudio de la Universidad Nacional Autónoma de México que explicaba que hasta el 80% de la población con acceso internet usa IA sin darse cuenta. El número de personas que ya usan esta tecnología irá en aumento en los próximos años y, en el sector empresarial, las herramientas que incorporan esta tecnología también crece.
En este sentido, las emociones se encuentran con los algoritmos a la hora de detectar si hay problemas de relaciones entre trabajadores, o bien, entre clientes y proveedores, mediante el análisis del tono de los mensajes que se pasan por la plataforma HubSpot —algo que, a su vez, permite garantizar una privacidad de todos los datos que se transmiten dentro de esta plataforma—.
Por otra parte, otra de las implementaciones de IA emocional de Datarmony es Recuerdo Activo. Más allá de ser una aplicación que permite confeccionar libros de recuerdos de seres queridos, también tiene su uso en las empresas, a través de una recopilación de información de actas, reuniones o conferencias, de una manera mucho más fidedigna —y de forma automática—.
La IA generativa de Recuerdo Activo permite llevar a cabo una transcripción fidedigna de todo lo que se dice en la empresa. Así pues, tener a disposición inmediata todo lo que se dice —y cómo se dice, pues se utilizan notas de voz para confeccionar los libros—, “permitirá tener un estado del arte del estado de ánimo de los trabajadores en momentos que pueden ser cruciales. Queda todo registrado y así se puede detectar si una persona tenía problemas de salud mental. El objetivo no es otro que el de averiguar estas casuísticas para poder atajarlos, ayudar y que se cree un entorno seguro, incluso en aquellas dolencias que son invisibles”, concluye Quintero.