La situación es especialmente grave teniendo en cuenta los problemas que se arrastraban desde el inicio de la pandemia, con una importante subida del precio de la cesta de la compra. Esto puede complicar la seguridad alimentaria de muchos países, provocando crisis sociales como ya ocurrió hace una década con las revueltas árabes.
Ucrania y Rusia como exportadores clave
Ucrania es un importante exportador de productos alimentarios como los cereales, las semillas, las harinas y los aceites de girasol. Concretamente, el país supone la mitad de las exportaciones de aceite de girasol del mundo, y si sumamos a Rusia, ambos países alcanzan el 25 % de las exportaciones mundiales de trigo. La guerra puede provocar una disminución de parte o la totalidad del suministro, provocando escasez y subidas de precios.
Esta dependencia es especialmente crítica para determinadas regiones del mundo. Kiev exporta el 40 % del trigo y el maíz que produce a África y el Medio Oriente y es el principal proveedor de maíz de China. Concretamente, Egipto y Turquía importan el 70 % de su trigo de ambos países. Otro caso delicado es el del Líbano, que compra más de la mitad del trigo que consume a Ucrania.
Del mismo modo, Ucrania también es el granero de Europa y de España, pues el 30 % del maíz que necesita anualmente, el 17 % del trigo, el 60 % de aceite de girasol y el 15 % de leguminosas grano procede de compras de este país.
Además, es importante tener en cuenta que tanto el trigo como el maíz son insumos fundamentales para la producción de otros alimentos básicos, como el pan. Esto no solo afectará a la cesta de la compra, sino que también puede empeorar la situación del sector agrícola y ganadero. Los productores de piensos españoles ya han tenido que aumentar los precios en los últimos meses, por lo que la situación podría verse deteriorada en caso de que tengan problemas para abastecerse.
El impacto de la energía en los precios
Otro aspecto fundamental en el precio de los alimentos es el de los fertilizantes y los abonos, para los que se necesitan insumos como el gas y el petróleo. Rusia produce alrededor del 11 % del petróleo y el 6 % del gas a nivel mundial y es un importante exportador de fertilizantes.
La guerra afectará al suministro de estos productos, lo que se trasladará directamente al precio de los alimentos. De hecho, la recuperación económica del 2021 afectó a los precios del gas, provocando situaciones muy difíciles para las fábricas de fertilizantes. En consecuencia, el precio de los fertilizantes se multiplicó por tres en año y medio, todo ello antes del comienzo de la guerra.
Por ejemplo, en 2021, el Reino Unido tuvo que parar la producción de fertilizantes porque el coste energético hacía insostenible la actividad. La situación también generó escasez de dióxido de carbono, fundamental para la conservación de los alimentos.
Por este motivo, Europa y Estados Unidos están intentando que las sanciones impuestas a Rusia no afecten a la compra de gas y petróleo, ya que impactaría directamente a los precios y a todos los derivados.
Un momento difícil para el sector alimentario
Con el inicio de la guerra, los precios del trigo y del maíz se dispararon a niveles récord. Esto se suma a una situación que ya era complicada, ya que con la crisis del coronavirus los alimentos se han encarecido de forma considerable. En consecuencia, la seguridad alimentaria de muchos países y regiones puede verse seriamente dañada.
En el África subsahariana las estimaciones previas al conflicto señalaban que la subida de precio de los fertilizantes podría reducir la producción de cereales en treinta millones de toneladas, suficientes para alimentar a cien millones de personas.
Esta región ya tiene las tasas de aplicación de fertilizantes más bajas del mundo, con una media de 12 kg por hectárea, frente a una media mundial de 110 kg. El aumento de los precios del gas contribuyó a la subida de los fertilizantes el año pasado, reduciendo la oferta, ya que el aumento de los costes obligó a cerrar plantas.
Mientras que los precios de los fertilizantes en Estados Unidos han disminuido, los precios en Europa y Oriente Medio, los principales proveedores de África, siguen siendo elevados. Más de 20 millones de personas en el África subsahariana están ya al borde de la hambruna, según el Programa Mundial de Alimentos.
Una crisis social derivada de la guerra
Aunque en Europa y América del Norte los ciudadanos destinan de media menos del 10 % de sus ingresos a la compra de alimentos, en zonas del África subsahariana y el sudeste asiático esto supone más del 50 % de los ingresos. Debido a esto, el encarecimiento de los alimentos supone una situación crítica para muchas familias de esas regiones.
Precedentes anteriores pueden darnos una idea del impacto de este problema. Entre el 2008 y 2014, el precio de la comida se disparó, poniendo en jaque la seguridad alimentaria de muchos países y generando crisis sociales.
De hecho, durante esos años surgieron reivindicaciones que tenían relación con el encarecimiento de productos básicos. Desde protestas en México o disturbios en Costa de Marfil, Sudáfrica, Bangladés, Bolivia o Pakistán, hasta las manifestaciones que desencadenaron las revueltas árabes en Egipto y Túnez.
En consecuencia, la guerra de Ucrania se convierte en un grave problema más allá de sus fronteras. Los países más dependientes del suministro y el precio de los alimentos vinculados a Kiev y a Moscú pueden encontrarse en situaciones muy peligrosas, generando inseguridad alimentaria y crisis sociales. La duración y la evolución de la guerra y las sanciones son aspectos fundamentales que determinarán el nivel del impacto.
Juan Vázquez Rojo, Investigador en Economía, Universidad Camilo José Cela
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.