Hay un momento en que una sucesión de cambios cuantitativos pequeños dan lugar a un salto cualitativo. Eso acaba de suceder con el Índice de Precios al Consumidor en España: el 5,5% anual que marca octubre preocupa. Pero el 2% intermensual sobre septiembre, espanta.
Los datos adelantados del INE muestran una curva que si fuese de crecimiento de casos de Covid ya nos hubiera encerrado en casa a todos. Pero con la inflación, los gobiernos (sobre todos los “progresistas”) suelen ser más contemplativos.
Se ha dicho no pocas veces que la inflación es como el alcohol o las drogas: un poco hace sentir mejor, pero cada vez hace falta más para estar en el mismo lugar de bienestar.
Mientras la coalición de gobierno trata de consensuar qué hacer con la reforma laboral de Rajoy, la realidad parece poner el norte del GPS: si no queremos necesitar dosis crecientes de inflación sería hora de empezar a enfriar estímulos y -por contrario a alguna idea en el gobierno nacional- no sumar rigideces al mercado laboral.